El lamentable espectáculo que está dando en Bruselas Carles Puigdemont, ex presidente de la Generalitat de Catalunya, está causando asombro tanto entre los ciudadanos contrarios a la independencia como en algunos de sus defensores y en su propio partido, el Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT, antes Convergencia Democrática de Cataluña). Para defender las ideas propias, incluida la reivindicación de una Cataluña independiente del Estado español, no hace falta hacer el ridículo. Puigdemont lo está haciendo y, por cierto, a costa del dinero de muchos catalanes.
Primero anunció a su Govern y a sus colaboradores que iba a convocar elecciones autonómicas y que no declararía la independencia, pero horas después se echó atrás porque sus socios de ERC, la CUT y muchos ciudadanos le llamaron «traidor».
En una tumultuosa y nada democrática sesión del Parlament, Puigdemont declaró la independencia, pese a que los servicios jurídicos de esa Cámara le dijeron que no podía hacerlo, y a renglón seguido dijo que la dejaba en suspenso.
Una rectificación tras otra
Cuando el Gobierno de Mariano Rajoy reaccionó ante ese incumplimiento de la ley y de las decisiones del Tribunal Constitucional, como había advertido reiteradamente, Puigdemont se fugó a Bruselas y fue el hazmerreir de mucha gente cuando dijo que se marchaba porque no le ofrecían garantías los jueces y tribunales de España. Y se quedó tan ancho.
Él y algunos de sus colaboradores y seguidores se han atrevido a decir que se ha marchado «al exilio», lo que supone una auténtica aberración y un insulto al sentido común. Que le pregunten a los republicanos españoles que tuvieron que huir durante la Guerra Civil, porque en España podían ser encarcelados y condenados a muerte, si se puede llamar «exilio» a vivir en un hotel en la capital de Bélgica, dedicándose a recibir visitas, conceder entrevistas, pasear y asistir a la ópera, como hizo el 29 de noviembre cuando fue a ver la representación de El duque de Aba, de Gaetano Donizetti. Lo dicho: un verdadero insulto.
En la capital de Bélgica no le ha recibido nadie del Gobierno belga ni de las instituciones europeas, porque ningún país aprueba su idea de que una parte del Estado español se puede separar del resto y constituirse en un país más de la Unión Europea.
Malestar con sus declaraciones
Durante el mes que lleva fugado en Bruselas se ha dedicado a colgar declaraciones suyas en las redes sociales a diario y a conceder muchas entrevistas a los medios de comunicación, en las que ha hecho declaraciones que en algunos casos ha tenido que rectificar él mismo al ver el malestar y la sorpresa que han causado en su propio partido, el PDeCAT, y en la ciudadanía.
Ha afirmado, por ejemplo, que los catalanes deberían votar si quieren seguir perteneciendo a la Unión Europea, después de haberse declarado hasta entonces un europeísta convencido.
Desde su partido le desmintieron, al asegurar que los independentistas quieren estar en la Unión Europea, y el propio Puigdemont tuvo que aclarar sus declaraciones.
Por si todo eso fuera poco, Puigdemont ha confeccionado una candidatura y una campaña electoral a su medida y con gente de su confianza, sin debatirlo en los órganos del PDeCAT. Otra buena muestra de escaso talante democrático, que también ha causado malestar en su partido.
Carles Puigdemont sabe que Cataluña no puede declararse independiente de manera unilateral y entrar en la Unión Europea como un Estado más; sabe que ningún país apoya esa hipotética independencia; sabe que cuando regrese a España va a ser detenido y puesto a disposición judicial, aunque resultara elegido diputado autonómico el próximo 21 de diciembre. Todo eso lo sabe pero, como el tonto al que se le terminó la vereda, él sigue adelante con su peregrina idea de hacer campaña electoral desde Bruselas para intentar volver a ser presidente de la Generalitat de Catalunya. ¿Hay quien dé más?
Cualquier ciudadano puede defender sus ideas, por ejemplo que los catalanes voten si quieren que Cataluña se independice del Estado español. Pero debe hacerlo dentro de los cauces legales. Lo más sorprendente es que, después de todas las rectificaciones que ha hecho, los engaños al pueblo catalán y las contradicciones, los responsables del PDeCAT hayan aceptado que Carles Puigdemont vaya a ser su cabeza de lista, con la intención de repetir al frente de la Generalitat, con una campaña electoral bajo el lema «Puigdemont, nuestro presidente». Hay quien dice eso de que «hay gente pa tó», y esto es una buena prueba de ese dicho.