Sí, cuando pase la Semana Santa que está a la vuelta de la esquina quedará apenas un mes para valorar el primer año de cambio político en Castilla-La Mancha, ese que dictaron las urnas un 22 de mayo de 2011 y que ha convertido a su protagonista, María Dolores de Cospedal, en la única candidata del PP capaz de arrancar una mayoría absoluta en un feudo histórico socialista.
Cuentan por el PP que la presidenta y secretaria general, que sale fortalecida del resultado de Javier Arenas en Andalucía, no está nada satisfecha de lo que pasó el 25 de marzo y que su actitud personal y política dista mucho de alegrarse por el revés de un rival interno. Sabe que el 25-M da alas al PSOE y que esos asuntos terrenales son los que le toca resolver a ella como guardiana de Génova, 13.
El caso es que llevamos casi un añito ya de cambio y los balances que Gobierno, PP y PSOE preparan para la fecha van a dar mucho que hablar. Hay tema. Y temas.
El PP aspira a poner la primera piedra del año triunfal en su Congreso Regional de primeros de mayo en Talavera. Lo de Sevilla se quedará pequeño en cuanto a euforia, que tratarán de presentar contenida, pero que se apreciará claramente en los pasillos y en el «aplausómetro».
Por cierto, un año después, ¿quiénes creen que se llevarán los mayores aplausos tras Cospedal, los del partido o los del Gobierno? ¿Ninguno de los dos? ¿Los dos? ¿Se apreciarán las primeras rencillas que el poder y el gobierno autonómico han trenzado en las filas «populares»?
Aquí no hay quien lleve la contraria a «la jefa» y ése es uno de los claros símbolos del primer año: ¿quién se atreve a decir las cosas a Cospedal como son o al menos como las ve o se las cuenta la calle? Pocos, muy pocos, se podrían contar con los dedos de una mano y sobrarían.
No teman, no voy a hacer balance de un año antes de que se cumplan 12 meses, solo aviso a los lectores de que nos viene un final de primavera con mucha carga política. La que van a desplegar un PP que asoma las primeras canas que conlleva el poder y un PSOE que estrena jefe y vuelve a creer en sí mismo.
Antes, decía, está el Congreso Regional del PP. Se esperan pocos cambios, pero Cospedal es hermética con sus intenciones, que revela a muy pocos y en los últimos momentos. Despejada por él mismo la incógnita de que Vicente Tirado repetirá como secretario general, los cambios más apasionantes están previstos para después, en las provincias.
Guadalajara y Ciudad Real son las más autónomas en estas cosas. Antonio Román pacificó el partido y llegó al poder antes de que se notara el efecto Cospedal. Es el líder local mejor valorado y más votado del PP y mantiene el partido en Guadalajara a salvo de injerencias del aparato regional. Buen rollito, sí; pero con Antonio pocos se atreven. Para eso abrió el único agujero por el que se pudo colar Cospedal en el muro imposible que Barreda había levantado en forma de ley electoral para frenar la victoria del PP. Lo resultados fueron buenos en todas las provincias, pero la alfombra roja la puso él, Antonio Román.
En Ciudad Real, Rosa Romero también es bastante dueña de lo que pasa en el PP, aunque con mayor grado de consulta y dependencia de la dirección regional.
Cuenca y Albacete son cosa de Tirado, siguiendo instrucciones de Cospedal. Y Toledo, pero a medias con Arturo García-Tizón, a quien se da fuera de la presidencia provincial del partido cumplidos ya los objetivos de pacificación que se le encargaron hace cuatro años. Aunque nadie confirma ni desmiente. Él mismo, en entrevista con encastillalamancha.es, nos contó hace unos días que hablará del tema después del Congreso Regional.
Lo dicho, casi un añito ya, que va a dar mucho que hablar.