Todavía, y no soy el único, pienso en la familia casi entera fallecida en Andalucía por hambre, porque eso es lo que ha ocurrido al fin y al cabo y, aparte de no terminar de creerme que puedan ocurrir situaciones tan delirantes, se me revuelven las entrañas. A falta de conocer el resultado de las autopsias, que determinarán en realidad por qué la vida se convirtió en drama en unas horas, lo que es evidente e indiscutible es que hay familias que no es que sobrevivan de la caridad humana, sino que han de rapiñar con lo que hay en los contenedores, donde los demás tiramos lo que nos sobra, para poder alimentarse todos los días. ¿Se imagina usted en esa situación?
Comer basura, en definitiva.
Es terrible. Y es evidente que han fallado los mecanismos necesarios para prevenirlo. Porque hay tres muertos sobre la mesa de autopsias, entre ellos una joven de 14 años. Y una cuarta, la hija pequeña de 13 años, que a punto estuvo de no contar qué sucedió, qué mierda (así, sin comillas) cenaron una noche más para presentar un cuadro clínico irreversible en apenas unas horas y morir.
Te lo cuentan y no te lo crees. Pero es la cruda realidad. Fontanero de profesión, el hombre había pedido un último subsidio que las autoridades andaluzas tardan entre ocho y diez meses en conceder. Los políticos dicen que son cinco. ¡Qué más da! La cuestión es que ya no lo recibirá jamás.
La Constitución dice en su artículo 40 que los poderes públicos «promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo».
No sé si en algún momento determinado dice que todos tenemos derecho a llevarnos un trozo de pan y de queso a la boca al menos tres veces al día, pero si no es así, ahora que se nos llena tanto la bocaza a la hora de plantear un cambio en la dichosa Constitución, no estaría mal que lo reflejara. Pero no, no se preocupen, que la vida seguirá igual.
Es terrible, sí, que coger comida, caducada o no, ésa no es la cuestión, de lo que les sobra a los supermercados se haya convertido para algunos en el pan nuestro de cada día. Bueno, en la cena de muchos de cada noche. Quizás la única comida del día.
Comer basura, comer mierda…
cesardelrio@encastillalamancha.es