Pocas esperanzas hay puestas en el encuentro que a las 5.30 de la tarde de hoy lunes van a mantener en el palacio de Fuensalida la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal; y el secretario general del PSOE CLM y jefe de la oposición, Emiliano García-Page. Los prolegómenos de la cita se han caracterizado por un cruce de acusaciones tanto de sus respectivos subordinados como de los protagonistas que presagian un choque de trenes.
La reunión es un encuentro en armas, al que ambos dirigentes llevan una bolsa de reproches y agravios.
A la presidenta, al PP y al Gobierno les parece imperdonable que el PSOE de Page no haya reconocido ni un error ni establecido complicidad alguna, aunque fuera en privado, con las medidas que ha tenido que tomar el Ejecutivo Cospedal por la desastrosa herencia económica y de gestión que recibió de José María Barreda. Ha sido más duro su antaño mentor, José Bono, que Page, que casi nunca se llevó bien con Barreda y al que éste consideraba y daba trato de disidente interno.
En estos años se ha oído a Bono recordar que hay que pagar lo que se debe o presumir de que de sus 21 presupuestos autonómicos, 19 se cerraron en superávit y 2 en equilibrio en clara alusión a la gestión económica de su sucesor. En las medidas que ha tenido que tomar Cospedal hay una parte heredada, otra que tiene que ver con la crisis general del país y una más, creo que la mayor y la peor parte, por las dificilísimas circunstancias en que encontró la hacienda pública castellano-manchega.
Que el PSOE haya criticado los recortes como el que más es algo que en el PP no perdonan. Y mucho menos que se llame pucherazo electoral a la ley de reducción del número de diputados de las Cortes de Castilla-La Mancha cuando el PSOE se hizo en 2007 una ley a la medida para ganarla, un panfleto electoral infumable que hacía, en la práctica, inservibles los votos de todas las provincias menos los de Ciudad Real, donde siempre han ganado los socialistas las autonómicas y la única en la que consiguieron vencer en 2011.
La trampa, aunque por poco, se quedó corta y Cospedal personalmente se encargaba de hacer balance el 21 de mayo para recordarnos que 24 horas más tarde se cumplían dos años del «cambio»; es decir, de la primera victoria del PP en Castilla-La Mancha.
Hay más agravios, pero son de menor calado. De hecho, las «ofertas» de la presidenta esta tarde se concentran en esos dos puntos, pactar los presupuestos de 2014 para compartir la carga y la reforma del Estatuto de Autonomía que supone adelgazar el parlamento en la mitad de sus miembros.
En el lado socialista también hay afrentas. La principal, la caricaturización insultante y diaria que se intenta hacer de la figura de Page como alcalde y como dirigente político, con la inestimable ayuda de los informativos de Castilla-La Mancha Televisión. El PP está haciendo con Page algo similar a lo que Barreda hizo con Cospedal, machacar por tierra, mar y aire. Y cometen, a menos a juicio de los observadores, errores parecidos, tales como incrementar la notoriedad del jefe de la oposición, victimizarle y limitar el tiempo que los portavoces “populares” emplean para hablar bien del Gobierno. No todo el mundo en el PP está de acuerdo con la estrategia, pero la acatan sin rechistar, tanto en el partido como en el Ejecutivo.
Entre los enfados socialistas se encuentra también la presentación de una ley electoral, la supresión de sueldos de los diputados regionales y la anunciada reforma del Estatuto de Autonomía sin buscar el consenso previo.
Pero Page no optará por la política, sino que lleva a Fuensalida su decálogo contra el paro: 240 millones de inversión para generar 42.000 puestos de trabajo utilizando el dinero extra de la ampliación del objetivo de déficit.
En fin, que no sé si será un diálogo de sordos, pero sí que es un encuentro en armas.