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10/01/2013junio 13th, 2017
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Nos predicaron austeridad como la panacea contra todos los males. Un par de años después el resultado es el «austericidio» sobre una economía que se encuentra mortecina, cae sin parar, fabrica parados a ritmo vertiginoso y, encima, soporta una prima de riesgo unos 200 puntos por encima de lo que debería ser, incluso para nuestras difíciles circunstancias.

Algunos economistas de prestigio avisaron de que ése no era el camino. Decían que la austeridad era más que recomendable para países entregados a un gran despilfarro público, como el caso de España, pero sostenían que obligar a reducir el déficit al ritmo impuesto por el FMI, la UE y Alemania desencadenaría un auténtico «austericidio», un crimen para el crecimiento económico, única via posible para crear empleo y la ruta más segura para pagar la deuda.


Estados Unidos nos avisó hace tiempo. Voces destacadas en la UE empezaron a renegar de la austeridad llevada a sus extremos y ahora el FMI reconoce que se equivocó.

¡A ver quién es el guapo que se lo explica a los casi seis millones de parados!

Nos equivocamos dicen, como quien no quiere la cosa.

Lo llaman «Errores en las previsiones de crecimiento y los multiplicadores fiscales».

¿Mande?

Es el título de un informe, lo que en un contundente castellano traduciríamos por un «el FMI la cagó». Con perdón, pero así es.

Y ahora dos economistas, Olivier Blanchard, del FMI, y su colega Daniel Leigh dicen que calcularon mal. Como si nada, como si fuera un error sin importancia. Como el que se equivoca de calle y tiene que dar la vuelta. 

Que ellos pensaban, afirman en el informe, que por cada euro que el Estado gasta de menos o grava de más (subiendo impuestos), ellos pensaban que se destruirán 50 céntimos en el PIB de un país, pero que al final han sido 1,5 euros; es decir, tres veces más.

Poca cosa. Total unas cuantas decenas de miles de millones de euros de .

La diferencia es que en vez de tener la deuda encauzada seguimos haciendo recortes para apenas poder pagar los intereses, se han empobrecido los españoles, se les han quitado servicios y les hemos la mandado al paro en vez de al trabajo, que en teoría era el fin prioritario de la austeridad.

¡Una pequeñez! ¡Anda qué…! ¡Manda «güevos»!, que diría el embajador Trillo.

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