Felicito a Atresmedia por su debate del 7 de diciembre. Aún pensando que faltaban dos partidos, que son pequeños, pero que tienen derecho a estar, esa ausencia no es impedimento para considerar necesario y suficiente llevar a confrontar hechos, propuestas y opiniones de tres candidatos y una enviada de las formaciones políticas que, según las encuestas, se repartirán el 80 por 100 de las papeletas.
No tengo claro que hubiera un ganador general, más bien por momentos. Sí creo que los partidos emergentes salieron mejor parados, su falta de pasado les ayuda en ello cuando llegan los temas espinosos, porque pueden atacar más eficazmente. También estoy convencida de que sí hubo un perdedor, lo era antes de entrar. Me refiero al presidente del Gobierno y candidato del PP, Mariano Rajoy. Es inadmisible y en ningún país con democracias más añejas que la nuestra se hubiera producido esta situación. Ni siquiera se le hubiera ocurrido a ningún candidato hacer algo así.
La imagen de cuatro políticos desnudos ante las cámaras, dispuestos a hacerlo lo mejor posible y jugándosela frente a la de un presidente del Gobierno sentado en Doñana mirando el televisor es inconcebible en ningún otro país con democracia consolidada. Que la estrategia pese más que la obligación es un déficit de nuestra democracia.
Nerviosos, acelerados y apresurados aparecieron los cuatro debatientes, lo que demuestra no solo lo abiertas que están las elecciones y quién o quiénes configurarán el próximo Gobierno de España, sino que también sirve para comprobar que son humanos y tienen inseguridades cuando se la juegan y están solos ante el peligro. Solos y expuestos al juicio de todos, como debe ser.
Creo que Soraya Sáenz de Santamaría cumplió su papel de enviada y de portavoz permanente del Gobierno y de Rajoy. Su éxito, para mí, lo cosechó en las semanas previas cuando el hecho de ser elegida la colocó a la vista de todos en la preferida de Rajoy para sucederle en el PP. El dedazo de Rajoy ha colocado a Soraya en cabeza para sucederle, pero dejó al PP sin el elemento más adecuado para el debate, el propio candidato del PP. La vicepresidenta se defendió mejor en los temas económicos y peor en la corrupción, dónde apenas esbozó argumentos, aunque no creo que su jefe lo hubiera hecho mejor.
Pedro Sánchez, el que más difícil lo tiene en las encuestas, porque sus votos se van a todos lados, salvó el escollo, pero no creo que recuperara esos votos que se marchan del PSOE hacia los emergentes. Creo que sus mejores momentos fueron el ataque al PP por la corrupción, el tema que más unió a los tres candidatos, como era lógico. Frente a los papeles de Bárcenas y el “Luis, sé fuerte”, es difícil defenderse y menos sin estar. Al PSOE le sigue faltando claridad para explicar qué es el Estado Federal que propone como solución al encaje de Cataluña en España.
Albert Rivera fue el más nervioso al comenzar, pero el más eficaz en el ataque al PP. El golpe de efecto de la portada de “El Mundo” con los papales de Bárcenas apuntando a Rajoy como perceptor de sobre en B dejó muda a Soraya.
Pablo Iglesias, el más cómodo antes las cámaras y, desde mi punto de vista el más eficaz defendiendo sus mensaje, aunque no sé si convenció a alguien más. Creo que fue el mejor en el llamado “minuto de oro” del final y su “no olvides”, presumo que será imitado.
Para mí lo mejor, el debate en sí, la posibilidad de poder contrastar cara a cara las diferentes propuestas para gobernar el país.