Los ciudadanos de Cataluña deberían correr a gorrazos a su president, Artur Mas, hasta que cruce la frontera de los Pirineos y se aseguren de que no volverá. Alguien que les ha metido en el callejón sin salida en que se encuentran no merece seguir dedicándose a la política, una actividad digna y necesaria pero totalmente desprestigiada debido a personajes como él.
El próximo 27 de septiembre, si las cosas siguen como hasta ahora, será la primera vez en la historia en que unos electores -en este caso, los catalanes partidarios de Artur Mas, que los hay aunque parezca increíble, y merecen todo el respeto- votarán una candidatura sin saber con certeza quién va a ser su presidente en caso de que gane, si la persona que la encabeza (Raül Romeva) o el número cuatro de esa lista (Artur Mas).
Artur Mas, que pertenece a una acomodada familia de la burguesía catalana dedicada a la industria textil y metalúrgica, ocupó su primer cargo público a los 26 años y llegó a ser la mano derecha y hombre de máxima confianza del presidente Jordi Pujol -recordemos que está siendo investigado por un juez, junto a su esposa y seis de sus siete hijos, por haber mantenido durante 34 años una cuenta millonaria en un banco de Andorra sin declararla a la Hacienda Pública española-. Es, también, presidente de Convergència Democrática de Catalunya (CDC), el partido que ha gobernado a los catalanes durante muchos años federado con Unió Democrática de Catalunya (UDC) con la denominación de CiU.
ALIADO CON SUS ENEMIGOS POLÍTICOS
Un hombre como él, nacionalista y de ideología liberal pero no de izquierdas, no ha tenido inconveniente en aliarse con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC, un partido independentista de izquierdas que siempre ha criticado con mucha dureza a CiU y a Mas) para formar una coalición electoral denominada Junts pel Sí (Juntos por el Sí), en la que también están las organizaciones independentistas Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, además de otros colectivos sociales que quieren declarar la independencia de Cataluña para que sea un Estado de la Unión Europea separado de España.
Lo sorprendente es que la candidatura de esa coalición por Barcelona para las elecciones autonómicas del 27 de septiembre la encabeza Raül Romeva, quien desde 2004 ha sido eurodiputado de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) y, como tal, enemigo político permanente de Mas y de CiU. Artur Mas ocupa el número cuatro de esa lista y el líder de ERC, Oriol Junqueras, el quinto.
En el caso de que esta candidatura gane las elecciones, ¿quién será presidente de la Generalitat? No se sabe con seguridad, aunque parezca mentira, porque los responsables de este invento electoral un día dicen una cosa y otro salen por los cerros de Úbeda, creando más confusión si cabe en una coalición ya de por sí bastante confusa. Dicen, como excusa y único argumento, que ahora lo que importa es ganar las elecciones para declarar la independencia de Cataluña y no quién vaya a ser el futuro presidente.
EL PRIMERO EN RECORTAR
El actual presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, fue el primero de todos los mandatarios de las comunidades autónomas en aplicar duros recortes de personal y medios en sanidad, educación, administración, bomberos y en casi todos los servicios públicos; ha partido en dos a CiU, después de 35 años de federación; ha dividido a la sociedad catalana; ha conseguido provocar un rechazable sentimiento anticatalanista en muchos ciudadanos españoles; no ha tenido empacho en aliarse con políticos tan alejados de él como Junqueras y Romeva… y todo ello para salvarse políticamente, aunque no lo reconoce.
Los electores catalanes que tengan la intención de votar a Artur Mas deben estar bastante confusos. ¿Van a apoyar a alguien que ha recortado servicios y derechos como el que más, con la excusa de que «España nos roba», poco creíble después de que hayan salido a la luz las ilegalidades fiscales y los negocios millonarios del clan de los Pujol? ¿Quieren que su presidente sea alguien que no dice claramente que pretende repetir en el cargo, aunque ese es su deseo, y para ello maniobra ocultándose en el cuarto puesto de la lista? ¿Votarán a quien no ha dudado en aliarse con partidos políticos contrarios a su ideología? ¿Desean que repita como president quien les ha metido en este berenjenal? Difícil papeleta para los fieles de Artur Mas y de Jordi Pujol.
Dicho todo esto, hay que añadir que Artur Mas es el principal responsable del callejón sin salida en que se encuentran los catalanes, pero no el único: Mariano Rajoy también tiene su parte de culpa, aunque no hay que equiparar. El presidente del Gobierno, en vez de haberse obcecado en decir que no hay nada que hablar con Mas porque éste decidió unilateralmente convocar un referéndum que la ley no ha permitido convocar -y es cierto-, debería haberse esforzado en dialogar para buscar una solución al problema de Cataluña.
Negar que Cataluña tiene unas características muy distintas a las de otras comunidades autónomas y que hay muchos catalanes partidarios de la independencia es no querer ver la realidad. Por eso, Rajoy tendría que haber puesto más de su parte hasta lograr la fórmula que permita a Cataluña continuar formando parte de España, pero reconociendo sus singularidades, sin privilegios respecto a otros territorios y solidaria como deben serlo todas las autonomías.
Los electores, como siempre, decidirán si echan a simbólicos gorrazos a Mas, a Rajoy o a los dos: los catalanes, el día 27 de septiembre; los de toda España, en las elecciones generales del próximo diciembre.
Y EN CASTILLA-LA MANCHA…
Cualquier persona que se acerque al río Tajo en Talavera comprobará que, más que río, lo que hay en la ciudad de la cerámica es una masa de agua escasa e inmóvil, sin vida. Cualquiera, menos el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha, José Julián Gregorio, quien ha dicho que es «falso» que allí no exista el caudal mínimo exigido.
Parece mentira que un talaverano como él, exconcejal de esa ciudad y presidente del PP local, se haya atrevido a hacer esas declaraciones cuando el problema de la escasez de agua en el Tajo y en los embalses de su cabecera, que no llegan al 16 por 100 de su capacidad, es una lamentable realidad. Una de dos: o su actual cargo no le deja tiempo para visitar su ciudad, o su afán por defender al Gobierno que le ha nombrado para ese puesto le ha llevado a decir algo que la realidad desmiente. Trasvasar el agua a Murcia puede ser legal, según los datos sobre caudal de la Confederación Hidrográfica del Tajo, pero no es justo ni solidario. La solidaridad consiste en compartir lo que tienes, no en que te quiten lo que te hace falta para sobrevivir.