En España tenemos la costumbre de buscar primero al culpable y luego las soluciones. Esta práctica suele complicar el hallazgo de los remedios y difuminar el reparto de responsabilidades. Y más en una nevada de campeonato.
La historia ha vuelto a repetirse con el caos de la AP-6, que nos ha regalado testimonios de familias encerradas en sus coches, con niños pequeños, sin agua ni comida, hasta 15 y 20 horas. Y todo por una nevada, inmensa, sí, pero prevista desde hace una semana.
Cuando el desastre es de las proporciones que hemos visto, es lógico pensar que las culpas son repartidas y que incluyen a todos los actores. Pero, desde luego, no se puede decir que todos tengan el mismo nivel de responsabilidad y mucho menos de alcance con sus errores o dejación de funciones.
No parece lógico que pensemos que puede haber un temporal de nieve y que la vida continuará como si nada. Mucho menos si afecta a una operación retorno de vacaciones navideñas.
Pero mucho menos consecuente me parece que el director general de Tráfico culpe a los conductores por no salir preparados para la que se les veía encima. No se atisba ninguna preocupación sobre el comportamiento de los conductores a los responsables de la DGT o de Fomento cuando dan ruedas de prensa por todo lo alto presumiendo de los geniales planes de contingencia que se les han ocurrido y han elaborado. O cuando hablan de la modernísima maquinaria que han comprado y de lo bien que están optimizados los recursos disponibles para hacer frente a cualquier eventualidad.
[ze_summary text=»No se puede decir que todos los actores tengan el mismo nivel de responsabilidad y mucho menos de alcance con sus errores o dejación de funciones»]No se puede decir que todos los actores tengan el mismo nivel de responsabilidad y mucho menos de alcance con sus errores o dejación de funciones[/ze_summary]
Por lo demás, bastaría con decir que ha nevado en toda España y con la misma virulencia que en el trayecto más afectado de la AP-6 y, sin embargo, no ha ocurrido el mismo caos.
Los planes de contingencia en este caso son de la concesionaria de la autopista, sujeta a informar al Ministerio de Fomento. Ambos se culpan mutuamente y es probable que las dos partes tengan razón; es decir, que tanto la una como el otro tienen la mayor responsabilidad en lo que ha pasado y no precisamente por hacer bien su trabajo.
Los demás, los conductores irresponsables que no van preparados para la ocasión o se ponen en carretera en el peor momento haciendo caso omiso a cualquier recomendación son solo un extra añadido al problema. Un agravamiento de la situación, pero no su origen ni su principal explicación. Y, desde luego, de perfil irresponsable debe haber en toda España. No solo en el túnel del Guadarrama. Pero lo que ahí pasó no se repitió en el país.
Lógicamente al Gobierno de Mariano Rajoy y a él mismo se le vuelven en contra los argumentos que utilizó cuando se vivió una situación similar en 2009, siendo el presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora volveremos a oír las mismas críticas, solo que con distinto origen y destino.
No estaría de más que los responsables políticos aprendieran la lección para aplicarla en su turno de gobierno, en lugar de esperar la vez para vengarse.
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