«Un activista alemán descuelga a sus hijos de 8 y 11 años de un puente de la Castellana con la pancarta ´Solo quedan ocho años hasta los1,5 grados. ¿Cómo te atreves?’…»; «Greta Thunberg llegó a Madrid después de cruzar el Atlántico en catamarán…»; «Greta Thunberg se rodea de jóvenes indígenas para darles visibilidad…»; «Dos detenidos y seis policías heridos durante la marcha del clima…»; «La activista aprovecha su fama para dar visibilidad a cinco expertos que alertan de la emergencia climática…».
Aún quedan varios días para cerrar la llamada Cumbre del Clima que se celebra en Madrid y conocer las conclusiones, pero estoy segura de que si encuestamos a la población sobre qué sabe de esta cita trascendental para el planeta las respuestas tendrán más que ver con las curiosidades y sucesos alrededor de la cita que con el debate en torno a las consecuencias del cambio climático y las medidas que los gobiernos se comprometen a adoptar para frenarlo y paliarlo en la medida de lo posible.
A veces los medios de comunicación nos dejamos arrastrar más por la anécdota que por la categoría, conscientes de que las redes sociales y las gigantescas audiencias que hay detrás de ellas son más dadas a entregarse al debate más superficial, fácil de provocar memes.
Pero ni la prensa ni sus audiencias pueden obviar lo que tenemos sobre nuestros hombros, que ya o es dejar un planeta irrespirable para las generaciones futuras, sino que se puede convertir en un infierno para buena parte de los que hoy poblamos la Tierra, especialmente en algunas zonas calientes del planeta.
Un rápido repaso a las conclusiones que se están exponiendo en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), alerta de la emergencia. Basta con tener un mínimo interés por lo que nos rodea para saber que muchas de las cosas que se están contando ya han sido publicadas por las diferentes organizaciones e instituciones participantes.
Pero leerlas todas juntas da pánico, porque las consecuencias del cambio climático no es que estén afectando solo a la economía global y a la conservación del planeta, es que cuestionan nuestra salud y supervivencia como especie. Como muestra, este titular: «Asma, cáncer, neumonía, ictus… El precio de la crisis climática se paga ya con millones de muertes cada año».
Eso es lo que nos jugamos, entre otras cosas, millones de muertes. Si no conseguimos mantener el calentamiento por debajo de los 2 grados, las proporciones del desastre seguramente superen lo imaginable. Y vamos camino de llegar a los 3 grados de subida media de temperaturas a final de siglo.
Los más de 25.000 representantes de los 200 países saben lo que hay que hacer, pero no lo hacen, si bien es cierto que la Unión Europea es la región mundial más consciente. Sin el impulso de los gobiernos no será posible frenar el desastre, pero ellos solos tampoco. Además de las grandes corporaciones industriales y económicas cada uno de nosotros debe ser consciente de su actuación individual y además exigir comportamientos sostenibles en todo lo que nos rodea, desde la comida que tomamos a las instituciones que nos representan.