A veces, al escuchar lo que dicen algunos gobernantes o dirigentes políticos se tiene la sensación de que viven en un mundo distinto al que pisan el resto de las personas. Hay momentos en que pronuncian palabras tan alejadas de la realidad cotidiana que dan ganas de gritarles «¡baja y pisa el suelo!», porque parece que levitan. Cuando su dedicación a la política les aleja de la vida diaria, sus asesores deberían obligarles a zambullirse en las mismas aguas por las que navega la ciudadanía para no olvidar que ellos están en la actividad política para ayudar a que la sociedad haga esa travesía en las mejores condiciones posibles.
Hace algún tiempo que el líder de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha empezado a mostrar síntomas de cierto alejamiento de la realidad. Unos días antes del tradicional discurso del rey en Nochebuena, en la reunión del Consejo Ciudadano Estatal del partido morado, afirmó: «Sospecho que este año muchos compatriotas que estarán escuchando ese discurso se van a preguntar si son monárquicos o son republicanos. Y creo que ese debate se va a dar en muchas casas, en muchas familias».
Es imposible saber cuántas personas comentaron en Nochebuena el discurso del rey Felipe VI, mientras cenaban con las limitaciones impuestas por el coronavirus. Pero, con la que está cayendo en España y en todo el mundo, parece poco probable que el tema de conversación mayoritario esa noche en las mesas españolas haya girado en torno a si se sienten monárquicos o republicanos, como aventuró Pablo Iglesias. No es arriesgado decir que la llegada de la ya famosa vacuna de Pfizer estuvo más presente en esas charlas que el debate sobre el modelo de Estado que prefiere la ciudadanía.
El discurso más esperado, debido al rey emérito
Este discurso de Felipe VI ha sido el que más audiencia ha tenido no sólo de los siete que él ha pronunciado en Nochebuena sino también de los de su padre, el rey emérito Juan Carlos I, desde que comenzaron a registrarse los datos en 1992: una media de 10,7 millones de personas lo siguió a través de TVE o de las otras 28 cadenas de televisión que lo emitieron.
Este dato demuestra que el discurso había despertado interés por saber si el rey haría una condena rotunda de la conducta de su padre -que ha reconocido haber recibido donaciones millonarias que no había declarado a la Agencia Tributaria, y ha regularizado esa situación pagando más de 678.00 euros, además de estar siendo investigado por el Tribunal Supremo- o se limitaría, como ocurrió, a hacer una alusión general a mantener «los principios éticos y morales, que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares».
Pero esa gran audiencia no prueba que el discurso del rey fuera lo más comentado en las cenas de Nochebuena. Ni tampoco que los ciudadanos se preguntaran esa noche si son republicanos o monárquicos porque, entre otras cosas, probablemente cada cuál sabe cuáles son sus preferencias.
La monarquía sólo es un problema para el 0,3 por 100
En la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), cuando preguntan cuáles son los tres principales problemas de España sólo el 0,3 por 100 cita entre ellos a la monarquía. Los más graves, afirman, son estos: la crisis económica (para el 42,6 por 100), el coronavirus y la falta de medios suficientes para combatirlo (38 por 100), el paro (28,1 por 100), los problemas políticos (22,1 por 100), el mal comportamiento de los políticos (20,3 por 100) y la sanidad (19,1 por 100).
No hacen falta encuestas para afirmar, con bastantes posibilidades de acertar, que en las cenas de Nochebuena se habló más la pandemia del coronavirus, de las personas enfermas y las que ya no están (hasta el 24 de diciembre ha habido en España más de 1.854.000 contagiados y 49.824 fallecidos reconocidos), la crisis económica (decenas de miles de parados, expedientes de regulación de empleo con despidos en empresas que han aplicado antes otros con carácter temporal), la ruina de muchos pequeños comercios… y la incapacidad que demuestra cada día la clase política para llegar a acuerdos que beneficien a la ciudadanía. Seguro que también hubo quien habló de monarquía o república, pero como un asunto más y no el más importante, aunque Iglesias opine lo contrario.
Siempre se ha dicho que a los presidentes del Gobierno, cuando están unos cuantos años en el cargo, les afecta el llamado síndrome de la Moncloa que les lleva a alejarse de la ciudadanía, no escucharla y rodearse sólo de quienes les dan la razón. Los asesores del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, deberían actuar ya para que las señales de alejamiento de la realidad que ha empezado a mostrar no le lleven también a padecer ese síndrome, porque algunos síntomas ya presenta.