Piensen por un momento en Lionel Messi, Cristiano Ronaldo o cualquier otra gran estrella del fútbol, de esas que perciben ingresos multimillonarios. Imaginen que un día les escuchan decir que se niegan a lucir en su camiseta la publicidad de la marca comercial que patrocina a su equipo, porque se han enterado de que esa empresa fabrica en otros países explotando a sus trabajadores y empleando a niños en condiciones infrahumanas. O por otros motivos de carácter ético.

Sigan imaginando y piensen que esos padres energúmenos, que se pelean en el campo de fútbol entre ellos o con el árbitro cuando asisten a un partido en el que juegan sus hijos, deciden abandonar sus hábitos violentos y acuden a los encuentros para aplaudir las jugadas buenas, criticar las malas y disfrutar del encuentro.

A juzgar por lo que vemos con frecuencia en la televisión, escuchamos en la radio o leemos en los periódicos, ambas cosas suenan todavía a ciencia ficción. Parece imposible que las veamos ocurrir. Pero de vez en cuando sale a la luz algún caso ejemplar que merece la pena ser destacado, aunque ocurra lejos de estas tierras. A ver si se nos pega algo.

Coherente con sus creencias religiosas

Es el caso de Sonny Bill Williams, un deportista desconocido en España -excepto para los aficionados a este deporte-, pero que es una de las grandes estrellas del rugby en Nueva Zelanda, que juega en los Auckland Blues y está considerado uno de los mejores del mundo. Este jugador se ha negado a lucir en su camiseta los logotipos de dos bancos, porque profesa la religión musulmana y no quiere hacer publicidad de empresas que se dedican a las apuestas de juegos o a la venta de alcohol.

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«Si un logo en una camiseta no significa nada para muchos, para mí sí. Es algo importante para mi fe y espero que la gente lo entienda», ha declarado Sonny Bill Williams, sin complejos y dando un buen ejemplo de coherencia entre lo que piensa y lo que hace. Y la gente y su Federación lo han entendido.

La Federación Neozelandesa de Rugby ha permitido a este jugador que no lleve sobre su camiseta las marcas publicitarias que lucen sus compañeros de equipo, porque considera que la objeción de conciencia que plantea, por sus creencias religiosas, está justificada. Si Cristiano o Messi dijeran algo parecido,¿qué dirían y qué acordarían los presidentes de sus respectivos clubes -Florentino Pérez y Josep Maria Bartomeu- y la Real Federación Española de Fútbol?

Un ejemplo para reflexionar

Todos, con independencia de las creencias religiosas de cada uno -siempre respetables-, podríamos aprovechar estos días de Semana Santa para pensar un poco en el ejemplo que ha dado ese jugador de rubgy de nuestras antípodas y la coherencia que demuestra. Y en la sensatez que ha demostrado la Federación Neozelandesa.

Lo dicho: a ver si se nos pega algo de estas buenas conductas; de las malas no hace falta que se nos pegue nada, porque conductas lamentables y rechazables en el deporte se producen aquí y en otros países, como acaban de volver a demostrar los seguidores del club de fútbol inglés Leicester, que han viajado a España para ver jugar a su equipo con el Atlético de Madrid pero no han encontrado mejor forma de divertirse que emborracharse y lanzar monedas a los mendigos que piden ayuda en la calle: el balance de su particular sentido de la diversión fue de varios hinchas detenidos y varios policías heridos, algo tan penoso como el de los padres energúmenos que la emprenden a golpes cuando no les gusta lo que decide el árbitro sobre su hijo o lo que dice contra su niño otro padre igual de energúmeno que él.