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04/02/2016junio 7th, 2017
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¿Y si Pedro Sánchez fracasa en su intento de conseguir los apoyos necesarios -en votos o con la abstención de varios partidos- para ser presidente del Gobierno? Hasta ahora no le salen las cuentas. Tampoco le salen a Mariano Rajoy, que se ha visto obligado a echarse a un lado pero confía en que el líder de los socialistas no logre su propósito, para lanzarse él entonces al segundo asalto.

El secretario general del PSOE, que quiere ser presidente a pesar de los malos resultados de su partido en las últimas elecciones generales -logró 90 diputados de los 350 del Congreso-, ha dado un paso al frente, le ha dicho al rey Felipe VI que está en condiciones de buscar apoyos para ser investido y el monarca le ha encargado que lo intente, tras la negativa que le dio Rajoy por falta de votos.


SÁNCHEZ DESBLOQUEÓ LA SITUACIÓN

Ha conseguido así desbloquear la situación, hay que reconocerlo, pero no es nada seguro que pueda conseguir su objetivo, por mucho empeño que ya le está poniendo. Es más, hay dirigentes de su partido -y mucha gente fuera de él- que creen que no lo logrará.

La verdad es que lo tiene muy difícil, salvo que él o los líderes de otros partidos cambien de opinión respecto a lo que han dicho hasta ahora y encuentren una manera convincente de explicarlo. Todo depende de lo que él y los demás estén dispuestos a ceder en las negociaciones, buscando los puntos comunes y olvidando las discrepancias.

¿Va a aceptar Pedro Sánchez formar el Gobierno con Podemos, en contra de lo que dice una parte importante de los dirigentes regionales socialistas? ¿Va a apoyar que en Cataluña se celebre un referéndum sobre la independencia, como defiende el partido de Pablo Iglesias pero rechaza el PSOE? ¿Va a admitir ser presidente gracias a los independentistas catalanes de ERC o Democracia y Libertad?

LAS NEGOCIACIONES

O, por el contrario, ¿esos partidos van a ceder hasta cambiar algunos de los planteamientos que han defendido, para permitir que el líder del PSOE sea presidente?

Sánchez se guardaba una carta en la manga y la ha sacado en el momento más oportuno para él: el 30 de enero, cuando destacados dirigentes del PSOE se oponían a que pacte con Podemos, él les dijo que cualquier acuerdo que alcancen en las negociaciones tendrá que ser aprobado en votación por los afiliados del partido. Buena jugada, porque muchos afiliados probablemente prefieren ese pacto a que el PP continúe gobernando y aprobarían el acuerdo.

El fantasma de unas nuevas elecciones está en el aire. Distintos políticos de todos los partidos, lo mismo que muchos analistas y ciudadanos, creen que habrá que volver a convocarlas porque será imposible constituir un Gobierno que reúna estabilidad y unas mínimas posibilidades de poder gobernar.

NO SERÍA EL FIN DEL MUNDO

Si hay que votar otra vez no será el fin del mundo, aunque acarrearía otro gasto. Simplemente, la ciudadanía tendría que decir de nuevo en qué fuerzas políticas deposita su confianza para que saquen a este país definitivamente de la crisis y trabajen por una sociedad más equitativa, justa e igualitaria.

Pero cada líder político, unos más que otros, ve la repetición de las elecciones como un fracaso o como una nueva oportunidad en función del posible resultado que prevé para su partido. No se sabe lo que ocurriría, pero cada uno cuenta la versión que más le conviene.

La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, del 4 de febrero, vaticina unos resultados similares a los del 20 de diciembre, con una única novedad significativa. El PP volvería a ganar prácticamente con los mismos votos que en diciembre; el PSOE perdería un punto y medio y pasaría a ser la tercera fuerza; Podemos y sus confluencias en Cataluña, Galicia y Comunidad Valenciana subirían más de un punto y superarían al PSOE, situándose en segundo lugar, y Ciudadanos seguiría en el cuarto puesto pero perdereía seis décimas; el resto se mantendrían prácticamente con el mismo resultado.

Pero ni siquiera esta encuesta permite prever lo que ocurriría en unas elecciones, porque fue realizada entre el 2 y el 11 de enero, cuando no habían saltado a la luz pública los últimos casos de corrupción que afectan al PP; no se habían producido las broncas en el Congreso por la composición de la Mesa o el lugar adjudicado a Podemos en el gallinero del hemiciclo; no se había visto a Pablo Iglesias pidiendo ser vicepresidente y proponiendo a la mitad de los ministros para su partido con nombres y apellidos…

Todo eso puede influir en el electorado, para bien o para mal. De momento continúa la incógnita. Paciencia.

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