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viernes, 22 de noviembre de 2024
Versiones distintas y contradictorias sobre la escala en Barajas de la vicepresidenta de Venezuela - 02 febrero 2020 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

Si el Gobierno y los ministros explicaran con claridad sus actividades siempre, para que las conozca la ciudadanía, y si los servicios de información de La Moncloa y de los ministerios las contaran con la máxima transparencia, probablemente se habrían ahorrado el primer lío de su todavía corto recorrido: el que han montado, por informar mal y contradecirse, en torno al polémico saludo del ministro José Luis Ábalos a la vicepresidenta ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez.

Si hubieran actuado con transparencia en relación con la próxima reunión de la mesa de diálogo del Gobierno con la Generalitat catalana, también se habrían ahorrado este segundo lío en que se han metido. Y si hubieran informado correctamente sobre ambos asuntos, no habrían puesto en bandeja a la oposición -especialmente al Partido Popular- más motivos para que critique al Gobierno, denuncie sus contradicciones, pida la comparecencia del ministro Ábalos en el Congreso y le haya denunciado ante la Fiscalía. Si ya saben que el PP va a criticar todo lo que haga el gabinete de coalición PSOE-Unidas Podemos, incluso lo que haga bien o bien, ¿por qué darle más motivos?


La vicepresidenta de Venezuela tiene prohibido pisar suelo en el espacio Schengen -26  países de Europa entre los que se puede viajar sin controles en sus fronteras-, porque la Unión Europea ha sancionado a miembros del Gobierno de ese país. En la medianoche del domingo llegó al aeropuerto madrileño de Barajas Adolfo Suárez el ministro de Turismo de Venezuela, Félix Plasencia, para asistir a la Feria Internacional de Turismo (Fitur). El ministro español de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, acudió esa noche al aeropuerto, pero ni el Gobierno ni su Ministerio informaron de ello.

Un saludo de cortesía… de 25 minutos

En el avión también viajaba la vicepresidenta ejecutiva de ese país, que hizo escala para continuar viaje a Turquía horas después. Cuando se conoció esa visita de Ábalos y los periodistas le preguntaron, respondió que había ido a recibir al ministro venezolano porque son amigos.

A partir de ese momento comenzó el lío, porque Ábalos, su Ministerio y La Moncloa ofrecieron distintas y contradictorias versiones sobre ese encuentro. Primero negaron que hubiera visto a la vicepresidenta venezolana; después, el ministro explicó que cuando subió al avión para ver a Plasencia ella estaba a bordo y la saludó por pura cortesía, además de recordarle que no podía pisar suelo español. Ábalos afirmó posteriormente en La Sexta que no se había reunido con Delcy Rodríguez, pero que su saludo se prolongó durante unos 25 minutos.

Veamos. Una vez que la vicepresidenta venezolana había llegado al aeropuerto madrileño y tenía que pasar allí varias horas hasta reemprender su vuelo, ¿no habría sido mejor que el Gobierno explicara desde el primer momento las circunstancias en que se produjo ese encuentro casual con Ábalos? El asunto no habría tenido mayor trascendencia, pero unos y otros se empeñaron en liarla… y la liaron.

Algo parecido le ha ocurrido al Ejecutivo con la mesa de diálogo que el Gobierno de España y el Govern catalán van a mantener próximamente, y que fue el acuerdo al que llegaron el PSOE y ERC el 2 de enero que hizo posible la abstención de los 13 diputados de ERC y la investidura de Pedro Sánchez.

Polémica por la mesa de diálogo sobre Cataluña

Según ese acuerdo, la citada mesa de diálogo tenía que reunirse por primera vez a los 15 días de constituirse en nuevo Gobierno PSOE-Unidas Podemos. Pero al mediodía del 30 de enero, después de que Quim Torra hubiera anunciado que convocará elecciones autonómicas en Cataluña en los próximos meses, la Secretaría de Estado de Comunicación informó oficialmente desde Moncloa que esa reunión se retrasaba hasta después de celebrar los comicios en Cataluña.

Seis horas después, el Gobierno dio marcha atrás y la misma Secretaría de Estado anunció que la reunión se celebrará antes de las elecciones catalanas, como estaba previsto. ¿Qué ocurrió entre esas dos informaciones contradictorias? Pues ocurrió que a ERC no le gustó esa decisión, porque no sabía nada, y exigió que se cumpliera el acuerdo que permitió la investidura. Su portavoz parlamentario, Gabriel Rufián, acudió a La Moncloa esa misma tarde y pidió a Pedro Sánchez una rectificación pública, como se hizo.

El Gobierno y todos sus integrantes deberían aprender que están obligados a actuar siempre con transparencia, a informar a la ciudadanía y a dar explicaciones de lo que hacen. Así evitarían meterse en berenjenales y les iría mejor.

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