viernes, 22 de noviembre de 2024
16/04/2012junio 13th, 2017
César del Río César del Río

Que el papel de intermediación política del Rey en pro de los intereses de España ha sido ejemplar en numerosas ocasiones no voy a ser yo quien lo ponga en duda, pero de ahí a que eso sea la excusa permanente para que haga lo que le dé la gana con mi dinero, pues oiga… Como que no.

Y no solo por las circunstancias económicas tan penosas por las que está pasando este país, culpa nuestra también, que todo hay que decirlo, sino porque uno siempre se queda con la sensación de que aquellos que son grandes por designación de los libros de historia nos toman como súbditos que tenemos que callar cuando se les pilla cazando elefantes, marmotas o cualquier ejemplar mamífero que se precie.


Porque el señor coge un avión en cualquier aeropuerto que se precie y…

…A salir corriendo. Aeropuertos, ésa es la cuestión. Podría haber utilizado Su Majestad en alguna ocasión el aeropuerto de Ciudad Real para una de esas larguísimas jornadas de caza de perdices reales (de las de verdad, quiero decir) que practica en La Encomienda de Santa Cruz de Mudela, en la misma provincia, y quizás la historia… Aunque seguro que ni por esas, porque la historia se escribe de manera interesada. ¡Ay, el aeropuerto de mis desvelos!

El aeropuerto que significó el mayor hazme-REY-r de Castilla-La Mancha y en el que se empeñaron tanto José María Barreda, expresidente de la comunidad autónoma y actual diputado en el Congreso, lo que le ha facilitado ser nada menos que el presidente de la Comisión de Radiotelevisión Española (que en Botsuana les pillen confesados, porque aquí…), como los suyos y que fue defendido a capa y espada ante cualquier crítica periodística (muy pocas: algún valiente ciudadrealeño, mi vecina de arriba y ya no me acuerdo de nadie más) porque a la niña bonita no se la podía tocar no fuera a ser que el reinado se viniera abajo y se montara la mundial.

Pero fue mundial, sí, el ridículo que hizo esta región en el mundo entero cuando se hablaba de aeropuertos fantasmas y derroches amparados en decisiones que ni muchos socialistas entendían pero callaban en público, por si acaso. Hasta los franceses de Le Monde o cadenas de televisión americanas vinieron a sacar tajada e hicieron humor patrio con una inversión sobre la que en algún momento se llegó incluso a pensar que entre todos los castellano-manchegos debíamos poner ¡140 millones de euros! Y los súbditos a callar, claro, todo muy socialista y muy obrero en la época del barredismo.

El aeropuerto es real, porque existe; igual que el Rey, que es más real todavía. Pero algo me dice que en ocasiones lo real es demasiado irreal y que los sueños, sueños son. Incluso los de los reyes, los de los príncipes y lo de todo aquello que al final sale rana.

Como en los aeropuertos.

Perdón, como en los cuentos.

Pues eso, que al final todo es mentira.

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