No sé cómo le calificarán sus alumnos de Derecho, si de duro, de blandengue, de fustigador o de cualquier otro calificativo que le precie a un profesor universitario, pero el que apareció sin aparecer en la escena política toledana hace ya unos años como el hombre de tapadillo de Vicente Tirado en la Diputación de Toledo cuando el PP estaba en la oposición ahora, de repente, se ha convertido en el delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha. Ésta es la ecuación: de número dos del Gobierno regional al número uno del Gobierno de España en la comunidad autónoma.
De tener un marrón diario, o más, como consejero de Presidencia y Administraciones Públicas y con la que está cayendo, a ver cómo pasa la vida a su alrededor sin prácticamente desgaste político alguno, dirigiendo a las Fuerzas del Orden y siendo la cabeza visible en todas aquellas visitas institucionales de enjundia que llegan hasta la capital de la región. Porque las competencias, prácticamente todas, las tiene la comunidad autónoma y la responsabilidad, por lo tanto, los políticos que dependen directamente de ella. Además, Jesús Labrador tendrá bajo su mando a unos subordinados que nunca se insubordinan, que por lo general no protestan en público y que siempre le van a dar buenas noticias: la Guardia Civil y la Policía Nacional. Con la ventaja, si llega el caso, de que tiene a un paisano de Oropesa en la nueva cúpula policial, al director general operativo, Eugenio Pino. O, lo que es lo mismo, al policía que más manda entre todos los policías de España.
La última vez que vi a Labrador fue seis días antes de que la vicepresidenta Soraya dijera su nombre para ocupar el puesto elegido. Era sábado 7 y, por qué no decirlo, habíamos quedado, por primera vez, para jugar al pádel. De la ironía que estila, fina en muchos casos, apenas hubo rastro esa mañana soleada; por no decir que no entró al trapo en ninguna de las andanadas periodísticas que le fueron cayendo por si acaso desvelaba cuál iba a ser su futuro inmediato. Se hacía el loco, pero no de atar. Sonreía, pero poco más decía. Poco locuaz para sus costumbres. Éramos rivales, que no compañeros. Políticos y periodistas, por más que nos empeñemos, no hacen un buen cóctel profesional. Junto a él, al otro lado de la cancha, el director de comunicación de Tirado; junto a mí, un jefe de gabinete de otro peso pesado regional con más enjundia todavía si cabe desde que Labrador ha cambiado de acera.
Poco locuaz el nuevo delegado del Gobierno, decía, para lo que nos tiene acostumbrados cuando se encuentra a gusto y tira del puyazo amable. Y no fue por el resultado del partido, aunque le cayó una de aquí te espero y algún pequeño pelotazo por no colocarse en el lugar adecuado, sino por… Días más tarde lo entendí. Se confirmaban los rumores sobre su salida del Ejecutivo de Cospedal para entrar en el sanedrín autonómico de Rajoy.
De la secretaria general a la vicepresidenta. De Cospedal a Soraya.
Se llevó algún pelotazo, sí, pero el tiempo será el que me haga entender si Labrador ha pegado un pelotazo saliendo de un gobierno para entrar en otro. Si sus angustias se acaban para…
P.D.- ¡Ojo a la comunicación que sale de la Guardia Civil y de la Policía Nacional! Lo único que un periodista le pide a un delegado del Gobierno es que deje trabajar a ambos cuerpos en materia comunicativa tal y como ellos consideran que lo tienen que hacer. Sin trabas ni cortapisas. Detesto la táctica del no se cuenta, no se enteran los ciudadanos, no ocurre nada, qué tranquilas están las calles…
¿Cuanto menos sepamos mejor? Mejor no.