Que nadie se deje engañar por lo que algunos líderes políticos presentan como si fuera la realidad, aunque no lo es: en las elecciones autonómicas y municipales del pasado 26 de mayo el PSOE ha ganado, Ciudadanos ha mejorado sus resultados, el Partido Popular ha perdido votos y representantes y Podemos también ha perdido; Izquierda Unida, absorbida por el partido morado en muchas candidaturas y presentándose por separado en otras, ha empeorado aunque conserva parte del poder municipal que siempre ha tenido por su sólida implantación en muchos pueblos y ciudades.
La noche electoral, varias cadenas de televisión hicieron el ridículo durante unas cuantas horas porque tenían en sus platós a periodistas y politólogos que se vieron obligados a especular sobre el resultado de las elecciones cuando solo se conocía una encuesta realizada al electorado al salir de votar y, a medida avanzaba el escrutinio, se dedicaron a comentar las votaciones cuando el porcentaje de votos contados era todavía mínimo. «Con el 3 por 100 escrutado el posible resultado es…» decían quienes conducían esos programas, y a los pocos minutos: «Ya vamos por el 11 por 100. Todavía es poco, pero ¿qué os parece la tendencia que apuntan?». Y los contertulios, unos con más prudencia y otros u otras como si tuvieran delante la bola de cristal para adivinar, no dudaban en vaticinar lo que podía ocurrir al final del recuento. Y así durante varias horas, porque como había que contar los votos de tres urnas (europeas, autonómicas y municipales), el escrutinio tardó más y había que rellenar el programa hasta bien entrada la madrugada.
El PP, de un funeral a una fiesta
Mientras tanto, en el PP parecían estar más en un funeral que en la «fiesta de la democracia», frase que dijeron los líderes políticos el día de las votaciones. Pero a medida que avanzaba la noche y el escrutinio, cuando vieron que ese partido muy probablemente no perdería el gobierno de la Comunidad de Madrid a favor del PSOE y que era casi seguro que desalojarían a Manuela Carmena del Ayuntamiento madrileño, el funeral se convirtió en una fiesta y lo celebraron como si hubieran ganado. Pero la realidad, porque así lo demuestran los datos, es que el PP ha perdido. Lo que ocurre es que Pablo Casado, gracias a la división de la izquierda en Madrid, ha salvado los muebles y se ha salvado a sí mismo en su partido. Pero no ha ganado las elecciones sino que ha perdido votos, diputados autonómicos y concejales. Y ya hay dirigentes en su partido que le han criticado y le han pedido cambios, algo nada frecuente en ese partido.
Unidas Podemos tampoco tiene nada que celebrar y sí debería hacer autocrítica seria, no solo decir que es necesaria, y rectificar. El liderazgo tan personal de Pablo Iglesias, los muchos problemas internos que tiene Podemos en varias comunidades y la división de la izquierda en muchos pueblos y ciudades han dañado considerablemente a la formación morada, que ha perdido votos, diputados autonómicos, alcaldías y concejales. Y un mes antes había perdido una treintena de diputados en el Congreso.
Con unos resultados tan malos no se entiende por qué Pablo Iglesias continúa repitiendo que quiere formar un Gobierno de coalición con el PSOE y entrar en La Moncloa. Por muchos argumentos que utiliza para intentar justificar esa aspiración personal, resulta sorprendente. Sus asesores deberían decirle que no haga más el ridículo con esa propuesta, en beneficio de su partido y de la ilusión que generó en muchos ciudadanos, pero no parece fácil que quien se ha deshecho de todas las personas que han discrepado de él en Podemos vaya a cambiar de idea porque se lo digan sus más próximos.
Ciudadanos mejora y exagera su éxito
Ciudadanos ha mejorado sus resultados respecto a elecciones anteriores, y en varias comunidades y ayuntamientos este partido tiene la llave para decidir si gobierna la derecha o la izquierda. Pero Albert Rivera y otros dirigentes de la formación naranja exageran esos buenos resultados y hablan como si fueran los líderes de la oposición -no lo son, porque no han superado al PP en las elecciones generales ni en las autonómicas y municipales, como era su objetivo, excepto en alguna comunidad y ayuntamientos- y como si fueran los mejores en todo. Merecen todo el respeto como otros partidos políticos, naturalmente, y ahora se enfrentan al difícil dilema de decidir si en algunas comunidades y en muchos ayuntamientos permiten que haya gobiernos del PSOE o si deciden dar entrada en ellos a la ultraderecha de Vox. En Andalucía gobiernan gracias a Vox, aunque Rivera y su gente se empeñan en negarlo y dicen que ellos sólo han negociado con el PP.
Respecto al PSOE que lidera Pedro Sánchez, ha sido con toda claridad el ganador de las elecciones generales del pasado 28 de abril y también de las europeas, autonómicas y municipales del 26 de mayo. Otra cosa serán los pactos a los que puedan llegar los partidos para formar los gobiernos correspondientes allí donde las urnas no hayan dado mayorías absolutas que no hagan necesaria la negociación.
Ahora conviene recordar que en el PP llevan años defendiendo que en los ayuntamientos debe gobernar la lista más votada. En la pasada legislatura llegaron a proponer una reforma de la Ley Electoral en ese sentido y se quejaron insistentemente de que los pactos tras las elecciones entre el PSOE y Podemos les habían arrebatado el gobierno de varias comunidades y capitales de provincia en las que habían ganado ellos, como Castilla-La Mancha, Aragón, Comunidad Valenciana, Cantabria y los ayuntamientos de Madrid, Zaragoza, Valencia, Palma de Mallorca, Cádiz o Valladolid, entre otros. Dijeron que esos eran «pactos de perdedores», pero ahora ya no lo dicen, porque no les viene bien para sus intereses, y argumentan que en Madrid y otros municipios ha ganado «el bloque de la derecha». Ahí incluyen al PP, Ciudadanos y Vox. Ya no hablan de la lista más votada ni de los votos que obtiene cada partido, sino de bloques.
Y en Castilla-La Mancha…
De Castilla-La Mancha no hace falta hablar, porque ya se ha dicho todo en otras columnas de opinión de encastillalamancha.es. Basta decir que el socialista Emiliano García-Page ha arrasado en la comunidad con una mayoría absoluta que ni él ni su partido esperaban; que Milagros Tolón ha recibido en votos el premio a la buena labor que ha hecho en el Ayuntamiento de Toledo y seguirá de alcaldesa; que el PP de Talavera se ha pegado un gran batacazo y la socialista Tita García Élez ha ganado con mayoría absoluta… y que Podemos ha desaparecido de las Cortes regionales, no solo por influencia de la crisis que atraviesa Unidas Podemos en toda España en general sino porque, desde que su secretario general regional, José García Molina, entró en el Gobierno autonómico como vicepresidente segundo de García-Page no ha hecho nada que permitiera a sus seguidores distinguirle del PSOE ni ha criticado algunas políticas del socialismo que sí criticaba antes de alcanzar ese cargo. No le ha quedado más remedio que dimitir, y hay que reconocerle ese gesto que, según algunos de su partido, es lo único que ha hecho bien durante su mandato en el partido y su cargo en el Ejecutivo regional.