Lo ha contado el diario El País: jóvenes españoles que han emigrado a Alemania en los últimos años, porque allí les han ofrecido un trabajo que no tienen en España, han constituido el Grupo de Acción Sindical (GAS) para defender sus derechos. Lo han hecho tras comprobar y sufrir en sus propias carnes que en el país más poderoso de Europa, el que gobierna Angela Merkel, también les explotan. Han visto que los alemanes, envidiados en muchas cosas, no atan los perros con longaniza ni dan duros a cuatro pesetas o, actualizando ese refrán, euros a 80 céntimos.
Muchos jóvenes se han marchado de España porque era la única manera de no seguir formando parte de un colectivo en el que más del 50 por 100 no tiene trabajo, a pesar de su buena formación. Por eso han emigrado o, como dice un joven a otro en una viñeta del huorista El Roto: «No emigramos, nos deporta el Gobierno con sus políticas».
TRABAJADORES DE SEGUNDA CLASE
En Alemania han encontrado trabajo, pero también han encontrado engaños, discriminación y explotación laboral: cobran mucho menos que los trabajadores germanos que hacen la misma tarea que ellos; hay enfermeras –una de las profesiones más solicitadas allí- que deben trabajar 12 horas ininterrumpidas sin disfrutar de ningún descanso; por algunos trabajos perciben 9,5 euros la hora mientras a sus compañeros alemanes les dan 15 euros; les multan con más de 6.000 euros si dejan la empresa antes del año y medio que establece el contrato; tienen menos salario del que les prometieron… Aunque hagan lo mismo, y con la misma eficacia, son trabajadores de segunda clase.
En España sabemos mucho de trabajos muy precarios, de contratos temporales -de unos pocos días solamente, por ejemplo, pero que cuentan a la hora de reducir las cifras oficiales del desempleo- y de jóvenes que trabajan durante varios años como becarios tras acabar una carrera universitaria. Ahora, debido a la crisis económica, también sabemos mucho de severas reducciones en el salario, de pérdida de derechos sociales de los trabajadores en las empresas, de congelación del IPC durante los últimos años aunque no se hayan congelado los precios de los alimentos…
UNA «OFICINA PRECARIA»
Al conocer que en Alemania se produce esa injusta situación, varios integrantes del movimiento 15-M constituyeron en Berlín lo que llaman una «oficina precaria», como han hecho en varias ciudades de España, para asesorar a esos jóvenes emigrantes que están hartos de sufrir abusos y discriminación. Y, según dicen, está dando buenos resultados porque cada día reciben más consultas y peticiones de asesoramiento. El sindicato Verdi, uno de los más importantes de ese país, colabora con ellos.
¿Hay que aceptar un empleo aunque esté muy mal pagado? ¿Es mejor tener un trabajo muy precario y sin respeto a los derechos laborales que estar desempleado? ¿Los jóvenes deben empezar a trabajar aunque cobren muy poco dinero, porque es preferible eso a que estén sin hacer nada? Son preguntas habituales cuando se debate sobre las dramáticas cifras del desempleo en España: según los últimos datos oficiales, a pesar de la disminución del paro durante los últimos meses -que siempre es positivo-, hay cuatro millones y medio de personas inscritas en las oficinas de empleo o, según la Encuesta de Población Activa (EPA), casi seis millones de desempleados.
Es evidente que cualquier joven preferirá empezar a trabajar, aunque sea solamente durante unas pocas horas al día o temporalmente y muy mal pagado, que estar en el paro. Pero también debería ser evidente que hay que combatir y denunciar los abusos y la explotación que se produce sobre ellos en el mundo laboral, lo mismo que si es sobre otros trabajadores.
DEFIENDEN SUS DERECHOS
Los jóvenes emigrantes españoles que acaban de crear el llamado Grupo de Acción Sindical son un buen ejemplo de lo que se puede hacer, porque se han organizado para defender legalmente sus derechos. En España, ahora que se lleva tanto eso de desprestigiar en general el trabajo que desarrollan los sindicatos y los sindicalistas -en vez de pedir que los que han cometido irregularidades o delitos paguen por ello la responsabilidad que legalmente les corresponda, pero sin criminalizar al resto ni echar por tierra la labor sindical de todos-, muchos jóvenes que trabajan en condiciones muy precarias deberían imitar a sus colegas de Alemania y organizarse para defender sus derechos.
El miedo es libre, y el miedo al despido o a la no renovación del contrato también, pero ante determinados abusos hay que decir ¡basta!
Se puede aceptar un primer trabajo con un salario pequeño para no seguir parado, pero no se debería permitir que esa persona esté condenada a permanecer durante varios años en esa misma situación laboral; se puede empezar con un trabajo temporal o a tiempo parcial, pero habría que adoptar medidas para que el empleo que se vaya creando sea cada vez de más calidad; se puede entrar en el mundo laboral haciendo prácticas como becario y percibiendo sólo una módica ayuda económica, pero debe ser para aprender y solamente durante un periodo de tiempo corto, no para sustituir a los trabajadores de la plantilla en las vacaciones y prolongando el periodo de la beca hasta un año o más, como ocurre en muchas empresas. Y se podría seguir.
¿Es una utopía? ¿Y por qué no?