Estoy convencida de que la mayoría de los españoles emitimos ayer un hondo respiro de alivio al conocer el resultado de las elecciones catalanas, que han arrojado un sonoro fracaso para Artur Mas y CiU y, por lo tanto, un cierto alivio para la integridad de España.
Aunque no puede cantarse ni mucho menos victoria en este sentido, porque la mayoría del Parlament es claramente separatista y el mayor avance se ha dado en la formación más independentista y radical, Esquerra Republicana, el frente abrumadoramente mayoritario que pretendía Mas no se ha producido.
Se equivocó cuando convocó elecciones anticipadamente y volvió a errar cuando hizo del separatismo el eje de su campaña y eso que los partidos españoles cometieron durante mucho tiempo el error de seguirle el juego sin hablar de sus verdaderos puntos débiles: la situación de crisis de Cataluña y la corrupción en torno a CiU.
Hoy, sin embargo, Mas es mucho más vulnerable. Parece que por el lado separatista los catalanes confían más en otro partido, ERC. Y sin embargo, Mas tiene que seguir gobernando una comunidad autónoma que le dejaron arruinada y que él no ha sabido enderezar. Hasta ahora el PP le iba sacando las castañas del fuego y sus presupuestos de recortes durísmos. Ahora eso se acabó.
Ahora ERC le apoyará e incluso le urgirá en la convocatoria del referendum por la independencia, ¿pero votará su política de recortes? Claramente no.
Mas no puede gobernar sin pacto de legislatura y no parece que haya más alternativa que éste sea con ERC. Así que Cataluña seguirá en la senda de la tensión política y la crítica situación económica y eso no es una buena noticia para nadie.
Por si fuera poco, el manto de corrupción que en la sospecha de todos envuelve a CiU ha quedado al descubierto. No digo yo que sea fácil destaparlo del todo, pero tampoco creo que se pueda volver a la situación de silencio cómplice que ha imperado durante décadas.
Mas y su amarga victoria han metido a Convergencia en todos los frentes posiblesy ha debilitado su postura en cada uno de ellos. Eso da a los partidos españoles la oportunidad de enderezar el llamado problema catalán si juegan bien sus cartas y no se dejan arrastrar simplemente por ir a la contra de los delirios que a Mas se le vayan ocurriendo.
España respira y Mas fracasa. Son las primeras y más claras conclusiones de las elecciones catalanas, en las que hay una tercera también muy clara, que el PSOE sigue en caída libre.
Que los resultados del PSC de Pere Navarro no sean tan horribles como parecía que iban a ser no signifca que no sean pésimos. El gran Partido de los Socialistas de Cataluña cede también grandes espacios en uno de sus mayores y más fieles graneros de votos hasta ahora.
Si el PSOE toma el resultado por el lado anestésico y lo utiliza para retrasar su necesario proceso de renovación, se equivocará. Solo el fracaso de Mas enmascara el del PSC, pero si CiU hubiera sacado los votos que pretendía, hoy solo estaríamos hablando del fuerte retroceso del PSC, de su batacazo historico y de que se queda prácticamente con los mismos escaños que el PP, que siempre había sido un partido prácticamente residual en Cataluña.
El PP no puede aspirar a mucho más de lo que ha conseguido y a la candidatura de Alicia Sánchez Camacho estar en la misma horquilla de escaños que la segunda y la tercera fuerza política siendo ésta, además, el PSC no se le puede pedir más.
Ahora, cada uno a hacer los nuevos deberes que ha dejado el pueblo catalán con su votación. No se lo ha puesto fácil a nadie, pero cabe de nuevo la esperanza si, insisto, PP y PSOE juegan bien las cartas, sobre todo los primeros que están en el Gobierno de España.