Yo ya ni recuerdo desde cuándo debía estar en funcionamiento el «nuevo» hospital de Toledo, puesto que llevamos hablando de él desde hace, no les exagero, ocho años. Mientras, seguimos con el «viejo», esa joya de la prehistoria del que cada día se cae un cacho y así hasta que…
Una simple tormenta veraniega, mucha agua y poco más, aunque ni siquiera se anegaron las calles, la tarde del domingo 30 de agosto en la capital regional provocó un corte de luz en el edificio central del viejo, caduco e insoportable (y no sé cuántos calificativos más se me ocurren ahora) hospital Virgen de la Salud que le dejó KO, fuera de lugar, muy alejado del siglo XXI, y volvió a la época de las catacumbas, donde poco menos que a poco que me apuraran tendrían que haber sacado las velas.
Vamos, que a un paciente que le habían bajado para ser operado de la cadera, nada urgente por cierto, le tuvieron que devolver a la habitación porque no había manera. No quiero ni imaginar si eso sucede en un día de estos de pelotón, de los que las Urgencias se ponen de aquella manera, con pacientes de aquí para allá, con la actividad frenética que genera un hospital de referencia (de referencia por ser la capital de la provincia y por la actitud de los profesionales, no por sus instalaciones, desde luego). Y quienes menos se lo quieren imaginar son los trabajadores del centro, que callan pero sufren…
El ciudadano no quiere milongas, no quiere engaños ni quiere cuentos. Quiere un hospital nuevo. Y hoy mejor que mañana.
En la época del socialista Barreda se iniciaron las obras, luego se pararon y se descubrieron los lujos mastodónticos para el que iba a ser el hospital más grande de Europa.
Y en la más reciente, la de la «popular» Cospedal, no se ha puesto ni un ladrillo.
Conclusión: que apenas hay para mantenimiento del viejo, y si lo hay significa prácticamente tirar el dinero en un inmueble que sería mejor demolerlo y a otra cosa mariposa; y que del nuevo no se supo nunca nada más. A Page le toca solucionar la papeleta. Ya no quedan excusas.
Que urge. Porque una simple tormenta no puede generar ni una mínima preocupación en un hospital. Menos en un país supuestamente civilizado.