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14/01/2016junio 7th, 2017
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En la fachada principal del monumental Ayuntamiento de Madrid cuelga, desde hace cuatro meses, una gran pancarta -ocho metros de ancho por cuatro de alto- con la frase Refugees welcome (Bienvenidos refugiados) escrita en letras mayúsculas de color negro. En distintos ayuntamientos de España también han colocado otras similares. Pero los refugiados no van a leer esos mensajes de solidaridad porque de los más de 16.000 que debe acoger España entre 2015 y 2016, según acordó la Unión Europea tras una vergonzosa
negociación, hasta ahora sólo han llegado 18 personas.

Otros ayuntamientos de toda España también han colocado carteles similares, para mostrar su solidaridad con millones de personas que huyen de las guerras y del hambre en Oriente Medio y África, pero todo se ha quedado en ese gesto. A la vista de los datos, el fracaso ha sido rotundo.


Europa y sus instituciones comunitarias también han fracasado ante la mayor crisis humanitaria que se produce desde la Segunda Guerra Mundial. Los 28 Estados de la UE acordaron, en el otoño pasado, repartir entre distintos países a 106.000 refugiados de las decenas de miles que han llegado por mar a Grecia e Italia, pero solo han sido 272 hasta ahora los que han encontrado un destino.

LA FOTO DEL NIÑO AHOGADO

Parece que, para reaccionar ante esta tragedia diaria, necesitamos fotografías como la de Aylan Khurdi, el niño sirio de tres años que murió ahogado en aguas de Turquía cuando su familia intentó llegar a la costa en
un bote hinchable que se hundió. ¿Recuerdan aquella imagen que dio la vuelta al mundo? El cadáver del pequeño, vestido con camiseta roja y pantalón azul, estaba boca abajo en la playa y un guardacostas lo recogió y lo depositó detrás de unas rocas. También murió su hermano, de cinco años, su madre y un joven de 18 años que iba con ellos; solo pudieron rescatar vivos al padre y a otro hombre.

No han sido los únicos. En 2015, más de 3.500 personas se han ahogado en aguas del Mediterráneo, entre ellas muchos niños, y casi a diario leemos, vemos o escuchamos noticias sobre más muertos. Pero parece que nos acostumbramos y que se necesitan más fotografías como la de Aylan para golpear las conciencias de todos los ciudadanos y de los gobernantes.

Mientras Europa es incapaz de cumplir sus propios acuerdos en esta materia, continúa la llegada de inmigrantes a las costas europeas, en su mayoría ciudadanos de Siria que huyen de la guerra, pero también de otros países africanos y de Oriente. Para frenar esa avalancha, varios países han empezado a adoptar medidas, algunas bastante peligrosas y claramente xenófobas.

Alemania, uno de los países que más refugiados acoge, ha decidido agilizar la expulsión de aquellos que cometan algún delito, agresión sexual o se enfrenten a la policía.

DINAMARCA LES CONFISCARÁ DINERO Y OBJETOS DE VALOR

El Gobierno liberal de Dinamarca ha ido mucho más lejos y ha pactado con los partidos de la derecha y con los socialdemócratas un polémico proyecto de ley que, cuando sea aprobado, permitirá a la policía registrar las ropas y equipajes de los refugiados y confiscarles los objetos de valor superior a 400 euros que lleven o dinero en efectivo cuando tengan más de esa cantidad, para pagar su mantenimiento en el país. Excluyen los objetos que tengan un valor sentimental, como anillos, fotografías y otros.

Suecia ha vuelto a controlar sus fronteras, como han hecho antes otros países -algunos incluso han llegado a construir muros o vallas-, para evitar la llegada masiva de personas que buscan una vida digna, lejos de la guerra y el hambre. Esta decisión choca con el acuerdo de Schengen, que desde 1995 permite la libre circulación de personas entre los países de la Unión Europea sin necesidad de tener que presentar en la frontera la documentación como ocurría antes.

AYUDARLES, NO APROVECHARSE DE ELLOS

Europa tiene que lograr que los refugiados sean repartidos entre todos los países, de la manera más justa posible, y que las medidas de control que adopten los gobiernos no sean racistas y respeten los derechos humanos. Y los refugiados necesitan mucha ayuda, tanto de las instituciones oficiales como de la ciudadanía y de distintas ONG que llevan mucho tiempo facilitándosela.

Ayudarles, sí; aprovecharse de ellos, no. Aunque parezca increíble, lo que leen a continuación es rigurosamente cierto. Tras el aldabonazo a las conciencias que supuso la fotografía de Aylan, en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) recibieron mensajes de gente que se ofrecía para acoger a un refugiado, pero pedían «que sea artista», «dos niños hermanos», «un experto en informática», «que sepa de agricultura, porque vivimos en el campo y así nos podrá echar una mano»…

Tan real como la vida misma. Y tan increíble.

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