Si la mayoría de los catalanes no quieren dejar de estar en España si eso supone salir de Europa, como así sería si son un estado independiente, ¿por qué casi la mitad van a votar independentismo?
Si la mayoría de los catalanes quieren tener la doble nacionalidad española y catalana, ¿por qué casi la mitad van a votar independentismo?
Si la mayoría de los catalanes prefieren seguir en España tras una negociación que permita incrementar su techo de competencias, ¿por qué casi la mitad de los catalanes van a votar independentismo?
Si los bancos se les van, se quedan sin moneda, les espera la quiebra por falta de financiación, no podrán pagar sus pensiones ni la nómina de los empleados públicos, habrá fuga de empresas, de empleo y de IRPF hacia otros territorios españoles, ¿por qué casi la mitad de los catalanes van a votar independentismo?
¿Por qué la abstención y falta de movilización se da más en el electorado que está en contra de la independencia que en el que está a favor, cuando los efectos negativos si ganan estos últimos serán inmensos y prácticamente incalculables para España y, sobre todo, para Cataluña?
Si la mayoría de los catalanes no quiere que Artur Más sea su presidente, ¿por qué casi la mitad van a votar a la lista que lo mantendrá en el cargo?
Porque la mayoría de los catalanes no tienen acceso a datos veraces sobre su realidad y la de su futuro parece una respuesta clara, pero creo que incompleta para explicar la situación de desconcierto que en España y en Europa causa ver a los catalanes caminar hacia su suicido económico y social a cambio de sentirse solo catalanes y no españoles y pese a tener un presidente acorralado por casos de corrupción en su partido.
Si me permitís la metáfora, lectores, el problema español con sede en Cataluña (es irreal halar solo del problema catalán) parece una relación sentimental rota, en la que una de las partes actúa como la pareja despechada que prefiere dejar de lado una vida cómoda con tal de dar con la puerta en las narices a la otra parte y recuperar la libertad. Como quien dolido por los resentimientos acumulados durante la convivencia, con razón o sin ella, lo que quiere es huir, desaparecer y perder de vista para siempre a su ex.
Un despecho que tiene bases reales y otras de huida hacia adelante para tapar la corrupción generalizada que parece haber copado la gestión de CiU y la letanía del 3 por 100. Esa borrachera colectiva de independentismo sin reparar en las consecuencias es también una manera de tapar y evitar el debate sobre la gestión de la crisis que ha hecho la Generalitat a base de acumular endeudamiento y mermar el potencial económico de Cataluña.
«¿Votar sí para decir no?» explica el presidente de Metroscopia y excatedrático de Sociología, José Juan Toharia, en su análisis de la encuesta que «El País» publicaba el domingo 20 de septiembre, a una semana de las elecciones y que concedía a la lista de Artur Mas y Oriol Junqueras rozar la mayoría absoluta y superarla claramente si suman los escaños que se prevén para los anarco-independentistas de la CUP. Los burgueses de Convergencia y los radicales de la CUP, juntos… ¿Alguien lo puedo imaginar alguna vez?
La irresponsabilidad de la clase dirigente catalana, por acción, por omisión o por silencio; y su incapacidad para resolver los graves problemas de un territorio que ha sido siempre punta de lanza de España es un factor clave en el desenlace, pero no basta por sí solo para explicar la realidad.
Cuando se actúa por despecho no se miran las consecuencias, ni se razona más allá de dar rienda suelta al daño y a la válvula por la que mejor escape. Pero llegar a una situación como la actual no es culpa solo de uno. El problema de España en Cataluña no es nuevo, ni creo que sea justo culpar a un solo partido o a un solo dirigente de la situación actual. Pero citaré dos momentos en los que desde España se echó gasolina al fuego injusta e innecesariamente. Uno, cuando José Luis Rodríguez Zapatero le dijo A Pasqual Maragall que se aprobaría el Estatut que quisiera el Parlament, sin más. Otro, cuando aprobado el Estatut, Mariano Rajoy pone al PP a recoger firmas por toda España, lo que fomentó el anticatalanismo en el país y el despecho en Cataluña.
Ni a todo que sí, ni a todo que no. Si hay solución vendrá por una tercera vía que tenga en cuenta ambas obviedades, junto a otros pilares del sentido común, el diálogo y la negociación.
Ojalá sean estos los caminos que se impongan el 27-S y después. Y que el remedio no acabe siendo peor que la enfermedad.