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Pablo Casado prescinde de Alfonso Alonso y recupera a Carlos Iturgáiz, que había dejado la política 02/03/2020marzo 30th, 2020 - Madrid
Agustín Yanel Agustín Yanel

Aunque los responsables de todos los partidos políticos dicen que el suyo es el más democrático y presumen de aplicar siempre la democracia interna, todos adoptan determinadas decisiones a dedo o maniobran para que se haga lo que ordena el líder. Unos más que otros, pero todos caen en la tentación de utilizar la mala práctica del dedazo. Uno de los últimos ejemplos ha sido el de Pablo Casado, que de esa manera ha decidido que Alfonso Alonso no sea el candidato del Partido Popular en las próximas elecciones autonómicas en el País Vasco y ha rescatado a Carlos Iturgáiz para encabezar su candidatura.

Pablo Casado se ha deshecho en elogios hacia Carlos Iturgáiz, al que considera «la única alternativa al nacionalismo sectario» del Partido Nacionalista Vasco (PNV). Pero, desde que anunció su nombre como candidato en vez de Alfonso Alonso, muchos, tanto en el PP como fuera del partido, se hacen esta pregunta: ¿cómo es posible que en abril de 2019 Casado situara a Iturgáiz en el puesto 17 de la candidatura al Parlamento Europeo, y no en los primeros puestos, y ahora le vea como la persona más válida para encabezar la lista del PP?


Carlos Iturgáiz presidió el PP vasco durante ocho años en la época más dura por los atentados de ETA -él mismo sufrió varios intentos de atentado- y, en 1998, logró situar a su partido como la segunda fuerza del Parlamento autonómico, el mayor éxito de los populares allí. Después fue eurodiputado en Bruselas durante 10 años, hasta que en abril del año pasado anunció que dejaba la política, porque se sentía triste y decepcionado con el PP por situarle en un puesto tan bajo de la candidatura que no le permitiría ser elegido eurodiputado.

¿Una decisión de Casado o una propuesta de Aznar?

Sin menospreciar los méritos de esa actividad política de Iturgáiz en el pasado en el País Vasco, resulta sorprendente que hace once meses no mereciera que Casado le situara en un puesto de salida para el Parlamento Europeo y ahora le designe como candidato a lehendakari. Por eso, hay quien se pregunta si recuperar a Carlos Iturgáiz ha sido una decisión de Pablo Casado o es José María Aznar quien le ha asesorado, sugerido, propuesto o convencido para que le escoja. Porque no hay que olvidar que Casado ha recuperado las buenas relaciones con Aznar, rotas en la etapa de Rajoy, y varias personas de la época del aznarismo han vuelto a la vida política activa en distintos puestos o trabajan para líderes autonómicos del partido.

En Ciudadanos también presumen de ser los más demócratas y de contar siempre con la opinión de su afiliación, pero Albert Rivera maniobró para que la cúpula directiva del partido estuviera integrada sólo por personas fieles a él, sin críticos con su gestión. Y su previsible sucesora al frente del partido naranja, Inés Arrimadas, parece que ha emprendido ese mismo camino.

Las aguas también bajan muy revueltas en Podemos, el partido que quería cambiar la vida política y que criticaba a las formaciones políticas tradicionales, a las que llamó «la casta». En nueve de las 17 comunidades autónomas, el partido que lidera Pablo Iglesias está dirigido por comisiones gestoras provisionales porque han dimitido sus secretarios generales y los Consejos Ciudadanos regionales.

En unos casos dimitieron porque tuvieron muy malos resultados electorales, como José García Molina en Castilla-La Mancha, bajo cuyo mandato Podemos desapareció de las Cortes regionales y de importantes ayuntamientos; otros se fueron por enfrentamientos internos entre distintos sectores del partido; algunos, por discrepancias con los resultados de las elecciones primarias internas, que han llevado a los juzgados. Incluso ha habido dirigentes regionales que han sido destituidos por la dirección nacional de Podemos porque no han seguido las directrices de Pablo Iglesias y la cúpula del partido para celebrar sus asambleas autonómicas cuando les dijeron.

Casi todos los partidos actúan de manera democrática, claro que sí. Pero lo mismo que la democracia en España, también deben mejorar y corregir sus defectos. Y no hace falta que presuman de ser más demócratas que nadie, como hacen algunos, ni que repitan eso tan escuchado de «a nosotros, lecciones de democracia, las justas». Lo que hace falta es que actúen con métodos democráticos. Siempre. Y que olviden el amiguismo a la hora de repartir cargos o puestos de asesores, porque eso termina por ser conocido y defrauda mucho a quienes los han votado.

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