Por un momento creí que la foto procedía del archivo, pero no, era de rabiosa actualidad. Solo encastillalamancha.es la hizo y la publicó. Hoy la reeditamos para ilustrar este artículo y que la imagen acompañe a las palabras y a sus propias interpretaciones.
El caso es que se aburrían diputados y periodistas en el debate de los Presupuestos regionales que se celebraba el jueves pasado en las Cortes regionales cuando llegó el eco de la cafetería parlamentaria. Una escena que hacía mucho tiempo que no se producía se había instalado en una de sus mesas. Ni más ni menos que las voces cantantes del Gobierno y del PP, con una de las del PSOE y su viceportavoz parlamentario.
Vicente Tirado y Jesús Fernández Vaquero, los números dos de María Dolores de Cospedal y Emiliano García-Page frente a frente, armados de palabras y sonrisas, como hacía tiempo que no se les veía en público, aunque su relación personal ha sido buena incluso en los peores momentos y ambos se consideran y se califican de amigos.
Lo cierto es que esa tarde compartían mesa, que no mantel, el consejero de Presidencia, Administraciones Públicas y portavoz del Ejecutivo, Leandro Esteban; el presidente de las Cortes y secretario general del PP, Vicente Tirado; el vicepresidente segundo de la Cámara y secretario de Organización del PSOE CLM, Jesús Fernández Vaquero; y el viceportavoz parlamentario socialista, José Molina, los padres del fallido Estatuto; y la cámara de Rebeca Arango, que captó un momento que puede ser histórico.
¿Estamos ante el fin de las hostilidades a lo grande y sin ton ni son de PP y PSOE en CLM tras cinco años de envenenada convivencia política?
Probablemente no del todo. Pero durante la sesión del día siguiente los periodistas que seguíamos el Pleno tuvimos que pellizcarnos varias veces para comprobar que no estábamos soñando y que pese a que se estaba a punto de aprobar el fin del sueldo de los diputados, el último asunto que echó gasolina al incendio, los intervinientes de ambos lados se dedicaban críticas en el estilo de la mejor oratoria parlamentaria y de los buenos modales.
Francisco Cañizares por el lado «popular» abrió el punto sin ganas de ofender. Siguió Vaquero por el lado socialista, que hizo el mejor discurso que se le recuerda en las Cortes, donde tampoco es que se haya prodigado mucho parlamentariamente hablado. Y Leandro Esteban hizo el resto anunciando que algo estaba empezando a cambiar.
Que dure o no, no lo podemos adivinar. Yo no soy muy optimista. Pero no se sabe si por el espíritu navideño, por el hastío de dar y repeler tanta coz política durante tanto tiempo o por la mella que la salud o la falta de ella en miembros de ambos partidos, especialmente del PSOE… Han obrado el cambio de actitud.
Una etapa nueva, ya veremos si breve, que selló la reunión que inmortalizó la foto que les mostramos. Hay que bajar el tono, no podemos seguir así, no tiene sentido que estemos todo el día atizándonos con el peor estilo, los ciudadanos no esperan eso de nosotros, tenemos que dar ejemplo… Supongo que frases como éstas y otras más marcaron el breve encuentro, que venía precedido de llamadas y conversaciones bilaterales entre todos ellos.
De todo lo que se les pudo ocurrir como argumento, creo que el más acertado es el de que los ciudadanos esperan algo más de todos ellos que un intercamio de golpes e insultos mientras el paro no para de crecer y las familias y empresas son cada vez más pobres.
PD: La guerra total estalló después de las elecciones autonómicas de 2007, cuando José María Barreda, desoyendo el pacto al que había llegado con el PP unos meses antes para sacar adelante el Estatuto de Autonomía, decidió cambiar la ley electoral regional solo con los votos socialistas y repartir los escaños de tal manera que, a priori, el que ganara en Ciudad Real, su provincia y las más favorable al PSOE electoralmente, gobernaría la Junta, aunque perdiera por miles de votos en las otras provincias. Cuatro años y medio después Cospedal hizo su propia ley, que mejoraba la anterior pero también se aprobó en solitario incumpliendo su promesa. Total, cinco años de bronca por todo lo alto en las relaciones de los dos grandes partidos.