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29/09/2016junio 7th, 2017
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Lo que le faltaba a la política española, después de nueve meses sin que los partidos sea capaces de ponerse de acuerdo para formar un nuevo Gobierno, era un espectáculo tan bochornoso como el que están protagonizando los dirigentes del PSOE. Y, para empeorar más las cosas, lo están haciendo con unas formas que producen vergüenza ajena.

El PSOE, un partido centenario que ha superado muchas situaciones de crisis interna, está totalmente dividido en dos. La pelea que mantenía un sector con otro -sobre todo, como consecuencia de los muy malos resultados que el partido ha encadenado en las elecciones generales y autonómicas de los últimos años- se ha convertido en una batalla campal en toda regla.


UN DUELO A MUERTE

Una parte del partido dice que, en este duelo a muerte, quien ha actuado como maestro de ceremonias y ha dado el pistoletazo de salida ha sido Felipe González, al desvelar una conversación privada que mantuvo hace unos meses con Pedro Sánchez y en la que, según ha dicho, el secretario general del partido le engañó.

Otra parte opina que el duelo comenzó unos días antes, cuando Pedro Sánchez anunció que adelantará el congreso del partido -en contra de lo que había acordado hace meses el Comité Federal-, a pesar de que el país está como está, funcionando a medio gas, con un Gobierno en funciones, con escasas posibilidades de poder constituir uno definitivo -aunque hay quien todavía cree en ello- y con una nueva convocatoria de elecciones generales asomando por la esquina.

Ese anuncio de Sánchez provocó la reacción en contra de algunos dirigentes regionales del PSOE y la inmediata respuesta de Pedro Sánchez. No solo no habló con ellos sino que les lanzó un órdago: les dijo, en declaraciones al digital eldiario.es, que quien tenga un proyecto mejor que el suyo para el partido se presente como candidato a la Secretaría General, y remató retando a quienes amenazaban con dimitir de la Comisión Ejecutiva Federal a que lo hicieran con urgencia, sin esperar a la reunión del Comité Federal prevista para el sábado día 31.

17 DIMISIONES PARA APARTAR A SÁNCHEZ

Dicho y hecho. Tras escuchar esas palabras, que no ofrecían diálogo sino que les invitaban a dimitir, 17 dirigentes críticos con Sánchez aceleraron su reacción y, con la intención de obligar a la Comisión Ejecutiva a disolverse y a Sánchez a cesar como secretario general, presentaron su dimisión pocas horas después de esas palabras de su líder.

Los dirigentes socialistas discuten si los estatutos del partido dan la razón a uno u otro bando -Sánchez ha hablado de «bandos»; si los 18 miembros de la Comisión Ejecutiva que no han dimitido tienen competencia legal para convocar un Congreso extraordinario o ya no existen como dicho órgano, porque hay en él 20 vacantes -los 17 dimitidos más dos que se habían marchado antes y el fallecido Pedro Zerolo-; si Sánchez es aún el secretario general o está destituido, obligado por esas dimisiones; si la Comisión de Garantías puede convocar al Comité Federal…

Y todo eso, ¿qué importa? Todo eso le importa un bledo a la inmensa mayoría de la ciudadanía, que contempla con verguënza el espectáculo. Lo que de verdad importa, porque es lo realmente grave y preocupante, es ver que el principal partido de la oposición, el que más años ha gobernado en España desde la restauración de la democracia y cuya contribución a la modernización de este país ha sido tan importante, se desangra en una guerra fratricida que suena más a pelea por el poder que a sano debate ideológico.

Ya resolverán, ellos o los tribunales, cuál de los dos «bandos» tiene la razón según los estatutos del PSOE. Pero lo realmente urgente es que los socialistas resuelvan esta grave crisis interna y vuelvan a tener el papel que corresponde al todavía principal partido de la oposición, siempre necesario en cualquier democracia. Esta guerra abierta no solo perjudica a los socialistas, también a toda la sociedad.

Y EN CASTILLA-LA MANCHA…

El secretario general de Podemos Castilla-La Mancha, José García Molina, convocó a los periodistas el 26 de septiembre para anunciar que daba por muerto el pacto de Gobierno con el PSOE, pero no admitió que le formularan preguntas. Una actitud rechazable en cualquier político que la practique, pero más en él porque pertenece a un partido que nació para hacer política de otra manera y no como los que ellos llamaban «la casta».

Convocar a los periodistas y no permitir preguntas es una falta de respeto a esos profesionales pero, sobre todo, a la ciudadanía que es la propietaria del derecho a la información. Después de año y medio dedicado a la política, García Molina debería estar dispuesto a responder siempre a los periodistas, y también debería saber que la información es un derecho constitucional y humano que él no puede limitar impidiendo preguntas. Cuando no quiera responder preguntas puede enviar una nota de prensa a los medios por correo electrónico… aunque entonces no saldría en las televisiones.

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