Pasión religiosa y pasión política. Doble pasión. Eso es lo que hemos tenido durante los días de Semana Santa en Castilla-La Mancha. Y todo por la ley electoral, que nos trae de cabeza desde que el expresidente José María Barreda rompiera todas las normas de la ética hace ahora unos años e hiciera, a su imagen y semejanza, un paripé para ganar unas elecciones autonómicas que luego… Ni por esas, vamos. Que la ley se le incrustó en el alma y todavía no ha salido de ahí. A ver cómo explicas eso, moreno.
Bien, pues durante todos estos años no he escuchado a ni uno solo de los popes socialistas de la región protestar públicamente ni quejarse en ningún medio de comunicación de que la ley era tramposa, desequilibraba los votos de los ciudadanos dependiendo de en qué provincia votaras y se pudiera dar la paradoja de que ganara un/a candidato/a por miles de votos en el conjunto de la región pero como perdiera en Ciudad Real (la única provincia que dejó impar, sabedor del voto histórico socialista) te ibas a tu casa sacando más papeletas que el contrario… ¡Pero no iba a gobernar!
Y no lo comparemos con ninguna otra comunidad autónoma que aquí no había posibilidad de ningún pacto con otra fuerza política, porque para que haya terceros en el Parlamento regional ya puede haber milagros que ni en Semana Santa. ¡Venga, va!
Aunque la cruz estaba en Guadalajara, donde las huestes de Antonio Román pegaron el zurriagazo y en el PSOE todavía le andan buscando. Por eso quizás Emiliano García-Page, secretario general de los socialistas castellano-manchegos y alcalde de Toledo, haya decidido que si hay que iniciar la reconquista el punto de partida ha de ser una provincia que los suyos, los anteriores, dejaron como cuando en los pueblos cuelgan la colada: sécate tú sola hasta achicharrarte. Y así pasó. Bien, pues la primera vez que pone a su Ejecutiva regional a trabajar (algunos tendrán que variar sus costumbres) fuera de Toledo lo hace precisamente allí, en tierras guadalajareñas.
Pero volvamos a la ley electoral. Con los periodistas pasó otro tanto de lo mismo, porque fueron poquitos, pero que muy poquitos, quienes se atrevieron a hablar públicamente del mangoneo de los barredistas, no fuera a ser que… Pero esa es otra historia, como la de los medios de comunicación regionales, que algún día se tendrá que contar.
QUE EN EL PSOE CALLARAN TODOS NO SIGNIFICA QUE AHORA…
Pues eso, que si callaste entonces, ahora… Tendrán razones los Page y compañía para protestar, pero hay que recordarles que en una situación parecida no decían en público lo que hablaban en privado. Yo al menos nunca se lo escuché. Ni usted, seguro.
Pero eso no significa que el PP no se haya equivocado tratando de hacer una ley a su medida.
Porque sí, es verdad que una cosa es el azadón y otra la azada. La ley de Barreda era un azadón y la que nos quiere colocar María Dolores de Cospedal es una azada. En el fondo sirven para lo mismo. Ni me gustaba aquélla ni me gusta ésta. La de los «populares» ya es «impopular» porque, de aprobarse, permitirá que las elecciones se decidan en tres provincias y no solo en una, al convertir Toledo, Cuenca y Guadalajara en impares. Pero esto no vale, es casi más de lo mismo. Hacen par Ciudad Real para que a priori haya empate y sea un voto, el de los ciudadrealeños, prácticamente nulo. No tiene lógica. Igual que en Albacete.
Lo justo y necesario, es nuestro deber y salvación, es que en las cinco provincias se elija un número de diputados impar. Un ciudadano de Castilla-La Mancha, un voto. Y lo demás son paparruchas, diga lo que diga el Tribunal Constitucional, Agamenón o…
O usted o yo.