Como quien no quiere la cosa, en un plis-plas históricamente hablando y ante los atónitos ojos de los mandamases de siempre, la política española ha pasado de ser una pareja mal avenida, integrada por Partido Popular y Partido Socialista, a convertirse en un matrimonio de tres: PP, PSOE y Podemos.
Como quién no quiere la cosa y en apenas un año, cualquier encuesta que se precie contempla al partido de Pablo Iglesias como un actor principal de los escenarios políticos a corto plazo, desde luego en las tablas nacionales, pero también en las principales plazas autonómicas y municipales.
Tras la sorpresa de los cinco eurodiputados conseguidos en mayo de 2014 contra todos los pronósticos, los institutos de sondeos han ido perdiendo el pudor y proclamaron a Podemos primera fuerza política en intención directa de voto y ahora ya los colocan los primeros en estimación de voto.
Los sociólogos de parte incluyen mecanismos correctores a su conveniencia para mantener tranquilo al jefe y les imponen campañas de diverso pelaje para tratar de reconquistar al electorado perdido. Como si la confianza dependiera ya únicamente de un slogan. No cuela cambiar el título de la obra con el reparto de siempre.
El elector se ha vuelto mucho más exigente porque necesita más. Y porque se ha dado cuenta de que los que vivían por encima de sus posibilidades no eran los españolitos medios y mileuristas, sino la panda de golfos e irresponsables que han campado a sus anchas entre los principales partidos, organizaciones, empresas y cajas del país.
Claro que la solución no viene solo de un discurso, por coincidente que sea con lo que nos pide el cuerpo. Así que los españoles andan devanándose los sesos y no acaban de encontrar su pareja claramente favorita en ese matrimonio de tres en el que ganar será el menor de los problemas, porque a ver quién se casa con quién cuando llegue la hora de acudir al altar; es decir, de formar gobierno.
El PP cree que la opinión pública está muy inflamada, pero que a la hora de la verdad, triunfará el modelo del novio clásico y de toda la vida que representa Mariano Rajoy. Desde luego que la opinión pública está muy inflamada, pero no está claro que a la hora de votar la hinchazón haya bajado, especialmente si los casos de corrupción siguen en liza.
El PSOE, el novio que pude permitirse la bigamia y pactar con uno y otros, está amenazado de muerte si cae en ella y no parece que, por mucho que las cosas se le pongan de cara, pueda gobernar soltero. Vamos, que el novio buen chicho y sanote que representa Pedro Sánchez pude quedarse para vestir santos, entre otras razones porque ni siquiera tiene con él a toda su familia.
Y Podemos, el último en aparecer y hacer saltar por los aires la pacífica alternancia de PP y PSOE es demasiado etéreo planteando soluciones. El Podemos de Pablo Iglesias es como el novio canalla que te tienta con cambiarte la vida sin que se sepa muy bien si va a ser por el camino de la perdición. Podemos tiene para el votante moderado y, por supuesto, para el de derechas y centro derecha, un lado oscuro que muy difícilmente le permitirá llevar a cabo sus planes en caso de victoria.
De momento, todos los integrantes del matrimonio a tres miran a Grecia buscando en el desenlace de sus elecciones los remedios necesarios para las nuestras. Pero, ¿España no era different?.
En fin, no se preocupen, los ciudadanos tendrán más cabeza que sus dirigentes y sabrán elegir lo mejor.
PD: No pierdan de vista a Ciudadanos, que el matrimonio de tres va camino de acabar en orgía (política, naturalmente).