La solución a los problemas del Tajo, en particular; y los del agua, en general, exige un debate nacional que a su vez necesita de noticias en los medios que se ven en todo el país.
En las últimas semanas el río Tajo ocupa portadas, números especiales e informativos de televisión y radio. Pero casi todos ellos adolecen del mismo mal. Y es que culpan de la situación de agonía del río a la sequía, un problema agravado en los últimos años conforme al ciclo climático de falta de lluvias. Pero casi ninguno habla del gran mal: el trasvase Tajo-Segura, casi 40 años devastando el cauce del río más largo de España.
[ze_summary text=»Los medios nacionales, en general, culpan a la sequía de la agonía del río, pero no al trasvase, el mal mayor: 40 años devastando el cauce»]
Los medios nacionales, en general, culpan a la sequía de la agonía del río, pero no al trasvase, el mal mayor: 40 años devastando el cauce[/ze_summary]
Cuatro décadas de vaciado de los recursos de su cabecera y de condena de los municipios ribereños a ver pasar sin beneficiarse del recurso que la naturaleza les concedió, son la razón principal y premeditada que ha hecho del río Tajo la cloaca que hoy es. Y lo digo sin restar ni un ápice de gravedad al dramatismo de la sequía y su devastación.
Un espejismo de su antiguo cauce. Un foco de agua contaminada. Un río que ya no es río, porque carece de la flora y la fauna propias de los cursos fluviales. Una injusticia histórica que decidió empobrecer un territorio para enriquecer otro. Un atentado medioambiental. Y un desafío permanente a la normativa de la Unión Europea a la que tanto acudimos y citamos cuando nos conviene.
«El Tajo agoniza», decía «El País» este último domingo. Era el titular de un especial dedicado a mostrar las peores caras del río, el drama de su agotamiento. Magníficas fotos y videos. Pero, ¿dónde está el relato de lo que el trasvase ha hecho en él? La sequía como foco del desastre no es ni de lejos factor suficiente para explicar cómo hemos llegado hasta aquí. Cuatro décadas de trasvases, sí.
La falta de crítica en la conciencia nacional, incluso de reflexión sobre este hecho, no invita al optimismo si se piensa en cómo se va a solucionar en España el problema del agua. Si dependiera de soluciones nacionales, nos seguiría yendo mal, porque no se puede solucionar un problema cuya origen se ignora o se silencia.
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