Ya acapara portadas y programas de los grandes medios de comunicación de España en todos sus estilos, aunque seguramente lo mejor está por llegar y la gran explosión de Sandra Sánchez se producirá en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cita en la que Sandra Sánchez es una de las apuestas españolas más firmes para volver con medalla. Su calidad y rendimiento deportivo no paran de sumar elogios, pero la karateca intratable en el tatami nunca se olvida de ser persona. Sus mejores lecciones son las de humanidad.
Las apuestas apuntan a que traerá oro, como colofón a la temporada en la que ha revalidado todos los títulos: nacional, europeo y mundial –tretacampeona del mundo-. Es la mejor de la historia del kárate en katas, clasificación que encabeza con naturalidad desde hace varios años, como si llevara ahí toda la vida, como si ese título la hubiera estado esperando siempre. Ha reunido más gloria que nadie en su deporte, más éxitos, más focos y más portadas, pero no he conocido a otra persona que sea más antidiva y que haga de la naturalidad y la sencilla su mejor estilo.
Implacable en la competición, todo corazón en la vida. Lo volvió a demostrar el día 31 de enero, cuando interrumpió su preparación para estar con un amigo en un pueblo de Castilla-La Mancha, donde no la esperaban ni grandes flashes ni medallas ni épicas victorias para agigantar su leyenda deportiva. Otra lección de humanidad de la karateca.
Pero Sandra tiene clara sus prioridades. Y estar con las personas que quiere cuando la necesitan en una de ellas, la principal. Dejó la residencia Blume, el centro de alto rendimiento que acoge a los deportistas de élite españoles, poco después de lograr entrar porque a su madre le diagnosticaron cáncer de mama.
Alguien que no debía tener muy claro los valores del deporte le dijo entonces: o el centro de alto rendimiento o tu madre. Y ella lo tuvo claro. Su madre. Su opción estaba clara y la historia acabó bien para las dos, no sin esfuerzo ni lucha.
El viernes 31 de enero de 2020 Sandra volvió a elegir estar con alguien a quien quiere, aunque para ello tuviera que interrumpir su preparación olímpica, la cita con la que sueña cualquier deportista y ella también.
Dejó la concentración y se apartó del estricto programa para ir a La Roda a acompañar a Juan Ramón Amores, su amigo, el alcalde con ELA, el director general de Juventud y Deportes que la propuso para la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha, el hombre que desde que la conoció fue siempre aliento, antes de que «Sandra» fue titular de todas las portadas. Estuvo con él en la Gala del Deporte de La Roda porque era importante para su amigo. El alcalde prometió a Sandra un monumento si gana y el oro olímpico y va a inaugurarlo. Todos pensábamos allí que la campeona volverá a La Roda.
Sin prisas, atenta a todo el mundo, sin perder la sonrisa, acompañando hasta el final y repartiendo cariño y ejemplo a cuantos se acercaban. Sola, a cuerpo, sin protocolos ni distancias. Se puede ser la mejor de la historia, la más admirada, sin caer en el divismo, la afectación o los excesos propios de quienes viven en la gloria y el triunfo, aunque sea a mínima escala.
Así es Sandra. Solo acompañada por Jesús del Moral, su pareja, el entrenador nacional con mejor cosecha de campeones en la selección española de kárate. Es el constructor de la mejor versión de Sandra Sánchez, pero siempre se mantiene en un discreto segundo plano, atento, observando, fotografiando… Pero detrás, como si no fuera tan culpable como ella de los triunfos. Con ellos, Antonio Moreno Marqueño, el presidente de la Federación Española de Kárate, natural de La Roda.
El esfuerzo y la preparación de Sandra Sánchez están teniendo recompensas en el tatami. Estoy segura de que la vida también será justa con su campeona cuando los focos ya no la apunten continuamente ni las medallas sean el destino de cada fin de semana. En el deporte y en la vida Sandra se gana él éxito cada día. Por eso deja huella en todo y en todos.