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30/04/2015junio 8th, 2017
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A Esperanza Aguirre no le gusta que los indigentes vivan en las calles de Madrid, porque dice que dan una mala imagen de la ciudad y que ahuyentan a los turistas. A muchos ciudadanos tampoco les gusta verlos en tan lamentable situación, pero por motivos bien distintos: ella habla por razones exclusivamente económicas, para no perjudicar al comercio y a la industria turística; otros, por el contrario, sufren al ver tanta miseria en pleno siglo XXI en la capital de España. Importante diferencia.

En los años 90, el polémico alcalde de Marbella y presidente del Atlético de Madrid Jesús Gil ordenó a la Policía Municipal que sacara fuera de la ciudad a los indigentes que pedían limosna en las calles. También daban mala imagen. La candidata del PP a alcaldesa de Madrid para las elecciones municipales del 24 de mayo parece que quiere imitarle y, para empezar, se ha comprometido con empresarios del sector turístico a «estudiar a fondo» por qué se permite a esa gente que viva en la calle. Se ha olvidado, como le han recordado desde su propio partido, que las leyes no prohíben dormir al raso en las ciudades. Todavía.


CONDESA CONSORTE DE BORNOS

Alguien pensará que en la condesa consorte de Bornos y grande de España -Aguirre lo es, aunque no presume de ello, porque su marido ostenta ese título- ha despertado de repente esa parte de espíritu aristocrático que le corresponde por su matrimonio y por eso quiere limpiar Madrid de pobres. No, es que ella es así cuando habla. Siempre.

El dedo de Mariano Rajoy la ha designado candidata a la Alcaldía de Madrid muy a pesar de él, porque sabe que es la única que podría conseguir en mayo que el PP siga gobernando en la capital de España. Porque tirón electoral lo tiene, y mucho. Tanto como ambición.

LIMITAR LAS PROTESTAS EN LAS CALLES

Durante su dilatada vida política, en la que ha ocupado muchos e importantes cargos públicos, siempre ha vivido rodeada de polémicas que ha provocado ella con sus actitudes o declaraciones. La última ha sido ésta, la de estudiar la posibilidad de limpiar de indigentes las calles madrileñas y, ya puestos -lo dijo en las mismas declaraciones-, prohibir algunas manifestaciones en el centro de la ciudad, o en algunos días, porque también molestan a los turistas. ¿Acaso se olvidó por un momento de que el derecho de reunión y manifestación lo consagra la Constitución y que esas protestas se convocan donde son bien visibles?

Si llegara a ser alcaldesa, algo que en el PP no tienen nada seguro, ya se pueden echar a temblar las más de 760 personas que, según datos del propio Ayuntamiento, viven y duermen en las calles de Madrid.

Ella ha dicho que esas personas son «generalmente de origen extranjero y muchas veces formando parte de organizaciones que no sé si llamar mafias». Algunas sí reúnen esas condiciones, pero muchas no. Según el recuento que hizo el Ayuntamiento hace unos meses y que ha publicado El País, el 45% son españoles, el 59% tiene estudios primarios o inferiores, el 27% secundarios y el 14% universitarios. La mayoría dice que se encuentra en esa situación porque no tiene trabajo, algunos por una ruptura sentimental y otros por el alcohol o las drogas.

CONTROLÓ TELEMADRID

Esperanza Aguirre, que abandonó la política solo a medias en 2012 -como hizo el socialista José Bono cuando dimitió como ministro de Defensa-, se permite criticar a algunos periodistas cuando le formulan preguntas incómodas en las entrevistas en vez de responder de la manera que quiera, que es lo que deben hacer los políticos por respeto a la ciudadanía. Que le pregunten a Germán Yanke, que dimitió en 2006 como presentador de un informativo en Telemadrid porque ella le recriminó en directo que le estuviera haciendo preguntas con «argumentos del enemigo» desde una televisión que su Gobierno controlaba y ha seguido controlando como si fuera de su propiedad y no un medio público.

Además, la mujer que en 2003 se convirtió en presidenta de la Comunidad de Madrid gracias a que dos diputados autonómicos del PSOE traicionaron a su partido y a los electores convirtiéndose en tránsfugas -el famoso tamayazo, lo que obligó a repetir unas elecciones que el PP había perdido y entonces ganó- desacreditó públicamente a los agentes de movilidad que la multaron porque aparcó en el carril bus de la Gran Vía madrileña; criticó a quienes acudían a los hospitales a protestar cuando ella hacía una visita oficial como presidenta; su Gobierno regional fue condenado varias veces por los tribunales por vulnerar el derecho de huelga al establecer servicios mínimos exagerados en empresas públicas; varios cargos de su máxima confianza y alcaldes madrileños fueron imputados en la trama Gürtel; ahora ha quitado a algunos candidatos a alcaldías madrileñas, que habían sido elegidos por el PP, y ha impuesto a gente de su confianza…

A pesar de todo eso, y mucho más, miles de electores madrileños votarán la candidatura de Esperanza Aguirre el próximo 24 de mayo. Tienen derecho a hacerlo. Lo dicho: si gana, ya pueden empezar a temblar las más de 760 personas que duermen en las calles. Y los madrileños en general, porque sus declaraciones son preocupantes.

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