La muerte de dos agentes medioambientales en Cataluña ha vuelto a poner sobre la mesa la indefensión en la que se encuentran estos cuando salen a patrullar por el monte, completamente desarmados y al amparo de los furtivos, sobre todo, y de los desalmados que de vez en cuando campan a sus anchas.
Cuatro tiros porque sí en dos cabezas a un metro de distancia. Sencillamente, horroriza y a uno le deja sin palabras. Pim, pam, pum… Sin más. ¿Qué pasaría por la mente de ese hombre de 28 años para actuar así ante dos agentes completamente indefensos?
La asociación nacional de agentes medioambientales, Aeafma, que ahora presidente el castellano-manchego Rubén Cabrero (aquí hay que hacer mención expresa a su antecesor, Luis Díaz Villaverde, quien insistió una y otra vez en crear un cuerpo acorde al siglo XXI) llevan tiempo pidiendo que se los deje ir armados previo paso por el curso correspondiente para saber lo que llevan entre manos.
Porque no es de locos pensar que tirarse al monte, «abandonados» a su suerte y sin más defensa que una radio o un teléfono móvil para comunicarse con el resto del mundo los puede llevar a protagonizar sucesos como el de hace unos días en Lleida, que un loco de remate solucione la petición de una licencia con dos, tres o cuatro tiros en la cabeza de sus dos interlocutores.
Impresionante.
No sé si la solución es esa, armarlos. Pero lo que tengo claro es que solo con el uniforme y la palabra no se pueden enfrentar a los cazadores furtivos o a cualquier loco de gatillo fácil que pueden reaccionar de cualquier forma ante cualquier imprevisto. Hace falta algo más porque asesinatos tan impunes como el vivido no deberían volverse a repetir.
No son unos funcionarios cualesquiera, no…
Se enfrentan, en muchos casos, a un hombre y a su arma. Con el peligro que eso conlleva.
@CesardelRioPolo
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