No debe ser fácil sobrevivir a la muerte en tres ocasiones, aunque esta te pase de refilón. Es lo que le ha pasado a un misionero toledano javeriano que se llama Luis Pérez y que resiste en Sierra Leona porque se niega, con inteligencia al alcance de muy pocos, a abandonar la tierra en la que ha echado raíces y porque no quiere cambiar el sufrimiento de los demás, que también es el suyo, por la comodidad del primer mundo, aunque en este también haya calamidades, y muchas, pero nunca comparables a lo que él vive a diario.
El sufrimiento y la alegría de Luis Pérez
A Luis, cuando se le mira de cerca, se le ve en la cara el sufrimiento. No en vano, ya lleva tras de sí un secuestro, en 1999, por personas a los que les da absolutamente igual que los demás vivan o mueran; una guerra civil, la del país africano, en la que ha visto de todo y apenas cuenta nada pero lo que narra es para echarte a temblar (he aquí un pequeño resumen de ello); y a una enfermedad, el ébola, que puso en alerta al mundo mundial porque apareció de pronto, sin avisar, asesinó a cientos de personas y se fue por donde había venido. Él no la tuvo, pero la saludaba todos los días. Terrible.
Era más temible el ébola que la guerra, porque a la primera no la veías llegar, mientras que si la guerra venía por aquí tú te podías ir por allí. Eso en boca de quien ha vivido las dos cosas a sus 65 años.
Ah… Su cara también transmite alegría, pero muchos de nosotros quizás nunca entenderíamos lo que para él es el concepto de alegría.
Ahora Luis, físicamente, está en Toledo. Descansando. Tres meses. Pero su cabeza sigue en Sierra Leona, país al que volverá en septiembre.
Es el sino de los misioneros, es lo que les ha tocado vivir porque lo han elegido ellos. Pero el que llega ya no quiere abandonar. Está dispuesto a morir, si hiciera falta, por los que sufren, por los marginados, por los que no tienen qué llevarse a la boca, por los que solo han conocido guerra y nunca han sabido lo que es la paz, por esos a los que en muchas ocasiones no tienen ni patria ni dios… Ni nadie que los dé un poco de cariño o les pase la mano por el lomo para apaciguar las muchas penas que padecen.
Los misioneros, al margen de la religión y las creencias de cada uno de nosotros, están hechos de una pasta especial, aunque ellos lo nieguen.
Porque viven y mueren por otros… Por los que no tienen nada. Por los que, generalmente, nadie apuesta ni da un euro. Por eso el mérito es doble.
@CesardelRioPolo
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