Al escuchar a algunos dirigentes políticos, tanto en las sesiones parlamentarias como en sus declaraciones a los periodistas, da la sensación de que habitan en un mundo distinto al que vive a diario la ciudadanía. ¿Acaso no hablan con la gente de la calle y solo escuchan a las personas de su entorno político? ¿Nadie en su partido les hace ver que algo tan grave como la pandemia del coronavirus no deben utilizarlo con fines partidistas? Aunque resulta reiterativo tener que decir o escribir esto tantas veces, es obligado hacerlo: no todo vale para intentar ganar unos votos más cuando lleguen otras elecciones; les puede salir el tiro por la culata.
Parece que dos meses de confinamiento desde que fue declarado el estado de alarma, 27.459 personas fallecidas y 230.183 diagnosticadas de coronavirus no han sido suficientes para que algunos se convenzan de que esta pandemia solo puede ser combatida cumpliendo a rajatabla las indicaciones de los especialistas sanitarios, apoyando al máximo la investigación científica y arrimando el hombre, cada cual en lo que le corresponda y pueda.
Eso de poner palos en las ruedas, para que el carro no avance, parece que se ha convertido en una costumbre entre algunos políticos. Es una mala práctica, y muy grave, porque en este caso el carro es el instrumento para combatir el coronavirus, para evitar que continúe extendiéndose y provocando enfermedad y muertes, para afrontar los tremendos destrozos que la pandemia está produciendo en la economía y, en definitiva, para que la vida ciudadana pueda volver de nuevo a la normalidad -o a lo que ya denominan la nueva normalidad- en las mejores condiciones posibles.
Vox y los partidos que están a otra cosa
No debe sorprender que Vox actúe de esa manera, porque ya ha demostrado que, pese a su discurso de aparente patriotismo y su exhibición de la bandera de España -apropiándosela como si fuera solo suya-, se va a oponer siempre a lo que proponga cualquier formación política que huela algo a progresismo e izquierdas, aunque pueda ser beneficioso para la ciudadanía en general. Tampoco resulta extraño que lo hagan algunos partidos que están a otra cosa y llevan años caminando por un callejón sin salida. Pero sí sorprende, y mucho, que adopten esa posición Pablo Casado y el PP, un partido que ha gobernado y aspira a gobernar este país. Sorprende, porque de lo que se trata es de enfermedad y muertes.
En la última sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, Pablo Casado dijo al presidente del Gobierno: «Señor Sánchez, hasta aquí hemos llegado. Le hemos apoyado dos meses para salvar vidas, pero no le volveremos a apoyar para arruinar España por tercera vez».
Pedro Sánchez le respondió así: «El Gobierno se ha propuesto no entrar en esta suerte de dialéctica con sus argumentarios de cartón piedra, señor Casado, porque entendemos que el enemigo no es el Partido Popular; el enemigo común que tenemos es el COVID y, en consecuencia, tenemos que actuar frente a él». Y añadió: «Serían fácilmente rebatibles muchas de las cosas que usted ha dicho, pero no voy a entrar en ello porque creo que los españoles no quieren eso ni del grupo de la oposición ni tampoco del Gobierno de España».
El 20 de mayo, cuando Pedro Sánchez pida a los grupos parlamentarios en el Congreso que apoyen una quinta prórroga del estado de alarma -porque así lo recomiendan los especialistas médicos, teniendo en cuenta la situación en que se encuentra la pandemia-, ¿se atreverá Pablo Casado a que sus diputados voten en contra de esa prórroga, alineándose así con la ultraderecha de Vox, los nacionalistas catalanes de Junts per Catalunya y la CUP? ¿O quizá, como hizo en la votación anterior, al final dará marcha atrás y decidirá abstenerse, a sabiendas de que con la abstención de su grupo la prórroga saldrá adelante y el PP se aísla un poco más?
La ciudadanía pide unidad a los políticos frente a la pandemia
Las emisoras de radio dedican cada día algunos minutos a recibir en directo llamadas y mensajes de sus oyentes. En esos espacios siempre hay llamadas que reclaman la unidad de todos los políticos frente a la pandemia. En las encuestas, también un alto porcentaje de las personas consultadas piden esa misma unidad. ¿No se enteran de esa petición los políticos que prefieren poner palos en las ruedas del carro? ¿Ninguno de sus asesores o personas de su círculo más próximo se lo dice?
El Gobierno ha hecho cosas mal en la gestión de esta pandemia y otras las ha hecho bien. Es legítimo y obligado criticar lo que haga mal, pero proponiendo soluciones. Y, cuando llegue el momento, hay que exigir que cada cual asuma responsabilidades por lo que haya hecho mal. Así lo dicen dirigentes del PP tan respetados como, por ejemplo, Ana Pastor. Pero el líder de los populares hace tiempo que decidió caminar por el sendero de la radicalidad extrema y competir con Vox para que no se le escapen más votantes al partido de Santiago Abascal, lo puede acarrearle algún disgusto. Porque, como ya se ha dicho, esta pandemia es un asunto tan grave que no debe ser utilizada con fines partidistas.