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12/12/2013junio 9th, 2017
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Millones de ciudadanos de todo el mundo ha presenciado con admiración y sorpresa, en un funeral con escasos precedentes en la Historia, la despedida que los ciudadanos de la República de Sudáfrica, blancos y negros, han dado a su padre, su líder, su guía y su presidente desde 1994 a 1999, Nelson Mandela. Muchos, seguro, habrán pensado que Madiba, como le llamó cariñosamente su tribu, o Tata, como también le llamaban con cariño, debería servir de modelo para que los políticos de todos los países le tomen como ejemplo y traten de imitarle, aunque esto es más que difícil.

Si los políticos españoles -sobre todo los del partido que gobierna, el PP, y los del que aspira a gobernar, el PSOE– intentaran imitar la coherencia, la honradez, la gigantesca generosidad y la defensa del interés general que practicó Nelson Mandela hasta su muerte, otro gallo nos cantaría. Porque, aunque la situación de España no es como la Sudáfrica racista que se encontró Madiba cuando salió de la cárcel -ni desde el punto de vista económico ni tampoco social o cultural-, nadie se atreverá a discutir que los valores que demostró este hombre le convierten en un ejemplo a seguir.


JUNTOS Y REVUELTOS

En el multitudinario homenaje que la ciudadanía sudafricana ha brindado a su líder han dado mucho que hablar algunas imágenes: la presencia de casi un centenar de jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo, la mayoría demócratas pero entre ellos también algunos dictadores; el saludo de Barack Obama al presidente de Cuba, Raúl Castro, y su brevísima conversación con él; el supuesto enfado de la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, mientras su marido conversaba y reía amigablemente con la primera ministra de Dinamarca…

Pero esas y otras imágenes son meras anécdotas. Por encima de ellas está el ejemplo que ha dado Mandela, un hombre que, como dicen del Cid Campeador, ha ganado una importante batalla después de muerto: la de sentar juntos a blancos y negros, a presidentes demócratas y dictadores, a ciudadanos ricos y a sus empleadas de hogar pobres y de color pero no esclavas, como eran antes de la llegada de Tata a la Presidencia de su país. Todos ellos, juntos y revueltos, cantaron, bailaron, rieron y aplaudieron en homenaje a su gran líder.

Más allá de esas fotografías, que tan bien han venido a las redes sociales y a los medios de comunicación, hay que pensar en la grandiosa y casi inhumana generosidad que demostró Nelson Mandela durante toda su vida. Porque: ¿quién es capaz, después de pasar más de 27 años en la cárcel, de salir en libertad y, en vez de actuar con rencor o deseos de venganza contra sus verdugos, se esforzó en hablar y hablar con ellos hasta convencerlos de que tenían que caminar juntos y los convirtió en sus adversarios políticos pero en condiciones de igualdad?

DIALOGAR PARA ALCANZAR ACUERDOS

Salvando las distancias, que son muchas, ¡qué gran ejemplo de diálogo para algunos políticos españoles, en un momento en que lo que menos se practica por estas tierras es el diálogo para intentar llegar a acuerdos, en beneficio del país y de todos sus habitantes!

¿Qué hubiera hecho el presidente Mandela con la educación? ¿Habría cambiado la ley únicamente con los votos de su partido, con las demás formaciones políticas en contra y con quejas y acusaciones de falta de diálogo por parte de todos los colectivos afectados? En la sanidad, ¿habría adoptado unas medidas como las que ha puesto en marcha el Gobierno español, protestadas por todos los afectados de todas las ideologías y perjudiciales para los ciudadanos? ¿Se habría atrevido a proponer una reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana tan disparatada como la que ha planteado el ministro del Interior, Jorge Fernández, quien se ha visto obligado a rectificarla en parte antes de que la examinara el Consejo de Ministros -solamente en parte y de manera no satisfactoria- ante la avalancha de protestas que hubo tras conocerse el borrador inicial? ¿Habría aprobado por decreto normas y más normas -en los dos años que lleva Mariano Rajoy en el Gobierno casi 40 han salido adelante por esta práctica-, aunque en la mayoría de ellas no existieran las «razones de urgencia» que se requieren para utilizar ese método en vez del más democrático de presentar proyectos de ley en el Parlamento para que sean debatidos?

POR EL INTERÉS GENERAL

Nelson Mandela pensó y actuó siempre en beneficio de su país y de sus ciudadanos más que por sus intereses personales o de su partido, exactamente lo contrario de lo que hacen algunos políticos españoles del Gobierno y de la oposición. Él dialogó y dialogó hasta conseguir algo tan importante como fue eliminar el apartheid y empezar a construir un país en el que los ciudadanos de color son iguales que los blancos, al margen de que existan diferencias sociales y ricos y pobres como en todas partes.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, afeó a algunos de los mandatarios presentes, sin citar ningún nombre, que se declaren «solidarios» con el mensaje de Nelson Mandela pero «no toleran la disidencia en sus propios países».

En España podría haber dicho que hay miembros del Gobierno y dirigentes políticos que se declaran siempre partidarios del diálogo y de la búsqueda del consenso, pero después no llevan a la práctica este bienintencionado ofrecimiento. Todavía están a tiempo de rectificar y darnos una alegría. Que lo hagan, ya sea porque les afecte el ejemplo de Mandela o porque les entre un ataque de sentido común que en muchas ocasiones demuestran no tener.

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