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12/02/2015junio 8th, 2017
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Europa mira a Grecia y muy especialmente lo hace España. Otra vez los helenos decidiendo qué pasa en Europa, política y económicamente hablando. Tsipras no es Pericles, sin duda, pero su actuación y su suerte van a tener una gran influencia sobre la vieja Europa democrática, levantada sobre las raíces de los grandes y sabios políticos de Atenas.

Cada día que pasa la asociación de esa idea crece y se extiende. Si las tesis de Syriza salen adelante y Alexis Tsipras, con su espectacular ministro de Economía, Yanis Varoufakis, triunfan y Grecia dobla el pulso de la troika y la UE, en España poco podrán hacer ya los grandes partidos para evitar su debacle y una contundente victoria de Podemos. Si, por el contrario, vemos en semanas o pocos meses la quiebra de los bancos griegos o colas por desabastecimiento en los pueblos y ciudades griegas, el partido de Pablo Iglesias empezará a retroceder. PP, PSOE y hasta IU recuperarán fuelle; no sabemos cuánto, pero quizás podrían salvar los muebles.


Sea como fuere el devenir a corto plazo del bipartidismo está ya herido de muerte, porque pase lo que pase en Grecia, PP y PSOE han defraudado a su electorado con la corrupción y la respuesta ante la crisis, que ha empobrecido a las clases medias, el sostén de su hegemonía y de la alternancia. Y eso no va a quedar sin castigo. ¿Cómo han podido estar tan ciegos y/o sordos?

Además, Podemos ha consolidado ya un buen número de incondicionales que salen mayoritariamente de los partidos de izquierda y merman posibilidades de mayorías absolutas en las próximas convocatorias electorales en España.

En el lado del PP, el retroceso de Podemos si fracasara el experimento griego mejoraría posiblemente su intención de voto, pero el crecimiento de Ciudadanos amenaza seriamente los votos que el Partido Popular recibe por el centro. Eso, la pérdida de confianza de los votantes por los casos de corrupción que le azotan y el reparto tan desigual de la recuperación económica, llevan a pensar que ni en el mejor de los escenarios previsibles se atisban vacas gordas electoralmente hablando. Otra cosa, insisto, es que se pudieran salvar los muebles.

Dice el barómetro de febrero de Metroscopia para el diario “El País” que el 90 por 100 de los ciudadanos creen que los partidos toman sus decisiones pensando sobre todo en atender sus intereses, no los de los españoles. Así que los nuevos cambios de fondo y forma que se empeñan en hacer recientemente no calan lo que deberían, porque la desconfianza ya ha anidado y los españoles se temen que lo hacen no porque estén convencidos de que es su deber y de que así tiene que ser, sino porque escasea el pan. Los ciudadanos piensan más bien que se dan una mano de pintura porque están amenazados sus intereses de siempre.

Ni con Tsipras ni sin él, ni con Podemos ni sin ellos, cederá sin más el descontento de los españoles con sus políticos. Los cambios habrán de ser profundos y creíbles para que no nos metamos en un bucle de incalculables consecuencias.

De momento, lo único claro es que no está todo dicho, aunque con lo dicho hasta ahora hay ya suficientes motivos para la preocupación.

¡Ay, Grecia!

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