Incluso los más leales votantes, aquellos que saben de antemano que pese a todo a la hora de la verdad darán su papeleta a su partido de siempre, no pueden evitar una sonrisa de satisfacción y un «se lo merecen los nuestros» cuando los medios publican uno detrás de otro que Podemos se encumbra en las primeras posiciones de la intención de voto de los españoles y manda al desastre al PP y a unos cuantos años más de oposición al PSOE.
Ese «se lo merecen» de los votantes más leales y resistentes de PP y PSOE es un colérico «¡que se jodan!» de millones de españoles empobrecidos por la crisis, hastiados de sus consecuencias, hartos de oír que todo se debe a que han vivido por encima de sus posibilidades mientras una buena parte de los que les gobernaban se repartían la riqueza del país y la pagaban con tarjetas black. Entre tanto, el resto de los responsables políticos hacía oídos sordos, miraba para otro lado o no se enteraba de nada. Quizás muchos de ellos estaban instalados en posiciones de soberbia, ceguera o sordera que pueden traer dramáticas consecuencias para los grandes partidos.
Demasiado ocupados en salir bien en la prensa, costase lo que costase y cayese quien cayese, y en obtener el favor y las lisonjas de los poderes fácticos y no políticos, los dirigentes del PP y el PSOE que se han sucedido en los gobiernos de España, sus comunidades autónomas y sus ciudades han abierto, muy especialmente en los últimos años, un socavón a su credibilidad que amenaza con poner fin a su vitola de partidos mayoritarios y de gobierno.
Ese «se lo merecen» de los votantes más leales y disciplinados y el «¡que se jodan!» de los más empobrecidos y desafectos se convierte en expresiones irreproducibles si bajamos un escalón más para toparnos con colectivos marginales, antisistemas y clases medias obligadas a mendigar por los efectos de la crisis. Pero no solo ellos. Todos conocemos a alguien que dice con toda naturalidad «yo voy a votar a Podemos para darles un escarmiento y luego ya veremos». Y son gente como nosotros. Ni perroflautas ni marginados ni excluidos.
El CIS lleva años avisando de que los políticos y sus partidos son vistos como uno de los grandes males del país por sus ciudadanos. Las encuestas advierten desde hace mucho tiempo cómo avanzan las bolsas de abstención, primero en el PSOE y más tarde en el PP. Pero nunca se ha querido ver la viga en el ojo propio y sí la paja en el ajeno.
Las elecciones europeas mostraron a las claras que había alternativas hacia las que dirigir la ira y el cabreo. Desde entonces, Podemos no ha parado de avanzar a lomos de los escándalos de corrupción, pero también de la falta de conexión entre los dirigentes políticos y su pueblo, que no reconoce su lenguaje y no se cree ya nada de sus mensajes.
Podemos es un tsunami que no sé si ganará o no las elecciones generales, pero estoy convencida de que muy probablemente va a ser determinante. Como lo será, meses antes, en importantes ayuntamientos y comunidades autónomas de este país.
Y eso, que según la encuesta de Metroscopia para El País, los españoles piensan que sus propuestas son irrealizables, que no tienen verdaderas soluciones para combatir la crisis y que su éxito se basa en los errores y el descrédito de los partidos tradicionales, especialmente PSOE y PP, pero también UPyD e IU, que se quedan en prácticamente nada cuando más felices se las prometían por el desgaste de los grandes.
Primero fue el barómetro de La Sexta, luego El País y esta misma semana el CIS los que dejan claro que Podemos es algo más que una amenaza a la supremacía de los grandes partidos. También que el desgaste del PP supera al del PSOE y mina la cómoda diferencia del partido de Mariano Rajoy. Igualmente, se ve que los socialistas parecen haber acertado con su nuevo líder, Pedro Sánchez, el segundo político mejor valorado después de Pablo Iglesias, pero aún no cosechan frutos por el cambio y es pronto para saber en qué medida lo harán. Entre otras cosas, porque hay muchos sitios donde los del PSOE siguen siendo los de siempre y diciendo lo mismo.
¿Hay tiempo de reaccionar? Sí. Sin duda. Lo que no sé si hay es coraje suficiente y, sobre todo, si los partidos de siempre saben qué hay que hacer en un momento como éste. Desde luego, mucho más que pedir perdón y decir lo siento.
Algunos ilusos tendrán la tentación de pensar que si cesan los casos de corrupción, que si la economía se recupera más, que si Podemos comete algún error de cálculo, que si el sentido común de los españoles, que si le damos una vuelta de tuerca más a la prensa… No busquen excusas. Se les acaba el tiempo.