«No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo».
Unos dicen que la frase es de Voltaire y otros que no. Los segundos se la atribuyen a Evelyn Beatrice Hall, una ciudadana inglesa que escribió una biografía del filósofo y abogado de la Ilustración y que, afirman, escribió la oración que abre este artículo como una libre interpretación de algo que en realidad sí dijo Voltaire. Pero eso, ahora mismo, es lo de menos.
A todos se nos ha llenado la boca durante las últimas horas con la libertad de expresión. Pero llevar la teoría de esa frase a la práctica es cosa de intrépidos. Incluso en el siglo XXI. El trazo del lapicero de un dibujante, por muy satírico que sea, nunca podrá más que una ráfaga de metralleta. Por desgracia. O sí. Depende de cómo se mire.
La libertad de expresión se demuestra todos los días y a todas horas, en los grandes medios nacionales y en los que no lo son tanto a pesar de que algunos de estos últimos, una gran minoría, se dejan piel y agallas en ello. Mucho periodista (y demasiado informador o juntaletras con ínfulas de tal y tal) a los que con episodios tan deleznables como el asesinato de los dibujantes franceses parece que llevan defendiendo la libertad de expresión durante toda su vida y lo único que han hecho ha sido ponerse de perfil y obedecer a pie juntillas lo que les dictan los que tienen el poder, sean del bando político que sean…
No mezclen.
Pero matar por unas caricaturas, que al fin y al cabo es reírse hasta de uno mismo, supera todos los límites que podríamos haber sospechado. Matar por matar a los «infieles» era algo que se hacía ya hace unos cuantos siglos. Caínes ha habido siempre, y no pararán hasta conseguir sus objetivos, y Abeles también.
La barbarie genera más barbarie. Pero quedémonos con que la inmensa mayoría de quienes profesan la religión musulmana no han parado de condenar tan odioso crimen. Desde el minuto uno. Porque solo quieren paz.
No confundamos los lapiceros, por favor.
cesardelrio@encastillalamancha.es