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11/06/2015junio 8th, 2017
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Nuevo tiempos, viejos aduladores. Nueva política, viejos aduladores. Nuevos pactos, viejos aduladores. Da igual lo que se cambie. Da igual quién llegue, quién se vaya o quién esté. Ellos siempre permanecen, con una ligera merma en cada cambio, pero se incorporaran otros nuevos con la misma afición por sobrevivir a cualquier precio y siempre cerca del poder.

Son los aduladores de siempre, los de la adhesión incondicional e inquebrantable mientras dure el poder. Se les reconoce fácilmente porque la dignidad está siempre por debajo de su miedo. Y el deber siempre detrás de sus intereses. Son complacientes con el que manda y, por lo tanto, reparte. Son débiles con el fuerte y fuertes con el débil. 


Son los aduladores de siempre, una verdadera casta, muy variada, porque la componen todo tipo de sujetos repartidos por todas las profesiones y estatus. Hay políticos, claro; y periodistas, por supuesto; pero también funcionarios, empresarios, dirigentes sociales… Complete la lista como guste, querido lector, seguro que también conoces a alguno o incluso a varios. Puede que conozcas a muchos.

Las urnas dejaron el 24 de mayo a Castilla-La Mancha a las puertas de un nuevo cambio de gobierno en la Junta, la madre de todas las batallas. También en importantes ayuntamientos y diputaciones las cosas serán muy diferentes, en virtud de un nuevo escenario de pactos, al que nadie podrá escapar.

Si todo sale conforme a lo previsto por las partes, en breve Emiliano García Page y José García Molina sellarán un acuerdo entre el PSOE y Podemos que llevará al líder socialista a presidir Castilla-La Mancha, el cuarto presidente de la comunidad autónoma, el tercero por el Partido Socialista.

Muchos de los que han sido «antiPage» estos últimos cuatro años, en los que decir burradas del aún alcalde de Toledo en funciones cotizaba al alza, fueron también «antiCospedal». Otra vez sacan la nueva chaqueta diseñada para cambios en el poder, que es la de siempre dada la vuelta. 

Hace cuatro años repitieron la operación y algunos ya la traían ensayada de cuando José Bono se fue y llegó José María BarredaMaría Dolores de Cospedal “perdonó” a casi todos sus «anti» a cambio de adhesión incondicional e inquebrantable y logró una legión de periodistas, empresarios, funcionarios, etc., que contestaban amén al paso de la presidenta o al sonar la música del discurso oficial del PP. Ya lo habían hecho antes, así que les salía bordado.

No es nuevo, ni ocurre solo en Castilla-La Mancha. Pero me pregunto: ¿se llevarán finalmente los nuevos tiempos a los viejos aduladores? ¿Qué hará Page con los viejos aduladores? ¿Caerá también en las garras del halago fácil -y pagado por la Junta- y condenará a los infiernos a todos los que no hagan de alfombra?…

Los socialistas repiten que han aprendido la lección, primero viendo caer a su gobierno hace cuatro años y ahora con el derrumbamiento del ajeno por la pérdida de la mayoría absoluta.

Los aduladores son como una venda en los ojos del poder o como un tapón en sus oídos, no dejan que llegue la luz, ni el ruido de la calle, ni que fluya el aire. Los que lo ostentan se aíslan primero, luego se alejan y finalmente acaban perdiendo las elecciones y/o el poder. Esta ecuación se cumple siempre, pero nunca se ve cuando se está arriba, porque el mal de altura afecta a todos los sentidos, tiene sobre ellos un efecto adormidera que no se descubre o reconoce hasta que no es demasiado tarde.

Así las cosas, el poder tiene que recurrir a las encuestas para saber lo que pasa y lo que piensa la gente, pero se ha demostrado que las encuestas mienten. Lo que no engaña nunca es el pulso de la calle y si el PP no lo hubiera perdido, quizás ahora continuarían en el poder a bordo de una mayoría absoluta que las encuestas les daban como posible, pero que la calle hace mucho tiempo que les negó. A ellos y a cualquiera, porque los votantes se han cansado de sus abusos por parte de PP y PSOE.

Solo el CIS se aproximó a los resultados electorales en Castilla-La Mancha, muy especialmente en intención de voto, aunque no tanto en reparto de escaños. Los demás sondeos fracasaron, todos daban a Ciudadanos una representación mayor que a Podemos y ni siquiera ha entrado en las Cortes. Salvo el CIS, el resto de estudios demoscópicos daban al PSOE de Page una intención de voto muy por debajo de la del PP de Cospedal, pero lo cierto es que le pisaba los talones. Al final, un diputado y un punto de diferencia, nada que ver con lo captado por las orejas de las encuestas. Sin embargo, ese resultado era predecible en la calle que, como la prueba del algodón, es lo único que no engaña.

Los aduladores aplaudían las encuestas y auguraban al PP larga vida y contundente victoria, como cuatro años antes lo hicieron con Barreda. También con Bono, pero con Bono era más fácil acertar.

Ahora los aduladores desearán larga vida al nuevo presidente y loarán su virtudes políticas y personales como si no hubiera otro igual sobre la tierra de Castilla-La Mancha. Permanecer impune será su primera prueba.

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