Bagaje en la mochila
Quienes se hallan en el entorno de los cincuenta o sesenta años, han dejado atrás el suficiente trecho para constatar en carne propia, que la vida en ocasiones nos empuja a asomarnos al abismo. En las vicisitudes que se acumulan en cinco o seis décadas, las posibilidades de sufrir algún zarpazo que nos tambalee, no son escasas. A estas cimas, si llegas con buen pie, lo normal es que hayas contado con corazas resistentes: capacidad de lucha para levantarse aunque se vuelva a caer, una dosis apropiada de fortuna, principios sólidos a los que aferrarse, o apoyos que nunca fallen. Las personas que contemplan el horizonte desde esos puntos, o están curtidas, o han hecho callo. Una carta de presentación con fundamentos, si optan a un proceso de selección en una empresa. Siempre y cuando los departamentos de recursos humanos no filtren por fecha de nacimiento.
Aunque nos condicionen las necesidades acuciantes o las fuerzas ya baqueteadas de cuerpo y alma, a esas alturas cada cual vislumbra lo que le queda de recorrido profesional. Sueles ser consciente de que ya has subido más picos de los que podrás acometer en tu ciclo vital; de que el tiempo de calidad es el bien económico más preciado. Años y bagaje en la mochila, experiencia y templanza.
Vuelen alto
Una sugerencia a los reclutadores de personal. Vuelen alto, disfruten del paisaje lleno de atractivo humano en las cimas 50 y 60. Podrán encontrar entre otros, a hombres y mujeres con don de gentes y mano izquierda. Capacitados para labores de enseñanza y de acompañamiento en casi cualquier oficio o negocio. Acostumbrados muchos de ellos, a negociar y a escuchar, a lidiar con presupuestos escasos, susceptibles de usos alternativos.
Luces largas
Luces largas en la economía. En la situación demográfica actual, juventud y madurez, humanidades y técnica, investigación e inteligencia artificial, han de ir de la mano.
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