Aún no hay fecha, pero la habrá. La presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, se ha dirigido al jefe de la oposición y secretario general del PSOE en CLM, Emiliano García-Page, para invitarle a sentarse y hablar.
Los antecedentes del encuentro no son ni mucho menos los mejores posibles. La futura cita viene precedida de cruces de duras acusaciones e insultos de sus respectivos portavoces. El PSOE, y muy especialmente Page, han descalificado sin piedad el acuerdo de Cospedal por el plan del Tajo con expresiones como la de que se reservan a CLM las aguas fecales del Tajo mientras las limpias van a Madrid, Murcia y Valencia.
A estos malos precedentes se suma, de propina, la campaña que la televisión pública castellano-manchega le hace a menudo al alcalde de Toledo en sus informativos, donde casi como si fuera una sección fija se emiten unos minutitos de reportaje presentando Toledo como una auténtica ciudad de los horrores. Una caca de perro se convierte en una plaga, un apagón ajeno al ayuntamiento en un caos sin precedentes y otras exageraciones que tengo para mí que hacen más daño a la ciudad que al alcalde, si no fuera porque la audiencia de los informativos de CMT decrece vertiginosamente, como la media de la cadena.
Por lo demás, Cospedal y Page, que hace años congeniaban bien, cada vez se llevan peor y se soportan menos. No llega la cosa a la imposible relación que hubo entre la hoy presidenta y su antecesor, José María Barreda, pero lo cierto es que solo la tela que tejen sus número dos, Vicente Tirado y Jesús Fernández Vaquero, mantiene abierto el cauce del diálogo, aunque sea mínimo y, casi en ningún caso, con final de acuerdo.
Lo cierto es que Cospedal está harto preocupada por la deriva que sigue la opinión pública hacia la clase política, además de que pasado lo más duro de los recortes, parece pensar que ha llegado el momento de quitar tensión a su imagen como presidenta de Castilla-La Mancha. Y se ha decidido a tomar cartas en el asunto, tanto en su faceta de secretaria general del PP como en la de jefa del Gobierno en esta comunidad autónoma. Quiere romper moldes y supongo que en esa estrategia entra el encuentro que ha pedido mantener con el líder de la oposición.
Solo la necesidad de que los partidos mayoritarios hagan gestos que al menos frenen el deterioro de la clase política ante los ciudadanos y la sensación de impunidad ante la corrupción justificaría éste y otros muchos encuentros, entre ellos y entre otros dirigentes políticos en similares circunstancias.
Pero, además, la situación en Castilla-La Mancha es como para que hablen los dos largo y tendido. Con un paro de más del 30 por 100 y una caída de la economía del 3, la más alta de las comunidades autónomas españolas, esto está para algo más que pelearse. Ni las medidas del Gobierno son ajenas a esta situación ni lo es tan poco la gestión del PSOE que precedió a Cospedal. Así que hay puntos suficientes para el mutuo entendimiento en algunos campos, aunque confieso que no soy optimista.
Muy probablemente Cospedal reprochará a Page la falta de solidaridad del PSOE con la herencia recibida por ella, la peor de todas las administraciones autonómicas españolas. Es posible que también le eche en cara las críticas sobre el plan de cuenca del Tajo, que fija una reserva mínima y unos caudales que hasta ahora no se habían conseguido.
Page se quejará a la presidenta de la cadena de ataques verbales que se sufre a diario dirigidos desde cualquier punto cardinal de Castilla-La Mancha por algún representante o portavoz del PP. Se lamentará del trato de la Junta a Toledo y del recibido por la tele pública.
Casi seguro que se hablará de la ley electoral prometida por la presidenta y que supone reducir a la mitad el número de escaños de las Cortes y habrá que estar atentos a la carta que Cospedal se guarda en la manga, porque la líder «popular» gusta salir de sus encuentros públicos, en especial los más hostiles, con al menos un anuncio en positivo.
Esperaremos noticias. Y ojalá que sean buenas noticias.