El Gobierno se ha metido en un buen berenjenal al anunciar que alguien participará en una futura mesa de partidos políticos estatal cuando se reúna para hablar del problema del independentismo en Cataluña. ¿Será un relator, moderador, negociador o simplemente un encargado de tomar nota en las reuniones? Pedro Sánchez se ha equivocado con esta decisión, pero también se ha equivocado Pablo Casado con la impresentable reacción que ha tenido y con la convocatoria de una manifestación junto a Ciudadanos y Vox. Quien aspira a gobernar España debe ejercer la crítica política, pero no puede hacerlo con insultos y acusando al presidente de cometer un delito, como ha hecho.
El martes 5 de febrero, en los pasillos del Senado, la vicepresidenta del Ejecutivo, Carmen Calvo, anunció que el Gobierno acepta que un relator o moderador participe en esa mesa de diálogo de partidos políticos. Y la lió buena. Por falta de claridad, como ocurre tantas veces en la política. Dijo que no se trata de un «mediador», sino de «alguien que pueda tomar nota, convocar, que nos pueda coordinar». Y continuó liándola, porque no explicó con claridad qué papel tendría esa persona en las reuniones.
El miércoles, ante la críticas que provocaron sus palabras tanto en la oposición como en el propio PSOE, Moncloa convocó una rueda de prensa urgente para que la vicepresidenta aclarase el asunto. Durante más de una hora los periodistas intentaron que concretara qué va a hacer esa persona, pero no lo consiguieron: tras escuchar a Carmen Calvo, que achacó las críticas de dirigentes socialistas a que les falta información sobre el tema, se marcharon sin saber qué papel desempeñará esa persona, que será designada por los partidos pero que ha sido anunciada por el Gobierno.
Críticas de la oposición y también del PSOE
El PP y Ciudadanos han criticado esa decisión del Gobierno, porque consideran que aceptar un relator es ceder «al chantaje de los independentistas catalanes». Una de las 21 peticiones que planteó el presidente catalán, Quim Torra, a Pedro Sánchez en diciembre pasado fue, precisamente, que acepte una «mediación internacional» para hablar sobre el derecho a la autodeterminación de Cataluña en condiciones de igualdad entre esa comunidad autónoma y el Estado.
Pablo Casado ha recopilado una buena colección de adjetivos del diccionario para criticar a Pedro Sánchez. Le ha llamado «incompetente, mentiroso compulsivo, mediocre, felón, chovinista, ególatra, desleal, irresponsable, okupa de La Moncloa»… Y, por si eso no fuera suficiente, ha dicho que el presidente del Gobierno es «el mayor traidor» y «cómplice del golpe de Estado» en Cataluña, e incluso ha llegado a acusarle de haber cometido «alta traición a España». Si de verdad se cree sus palabras, debería acudir al Tribunal Supremo y presentar una querella contra el presidente por un delito tan grave como ese.
La reacción del PP de Castilla-La Mancha, con una sorprendente metedura de pata, merece una mención especial. Cuando se preguntó a Emiliano García-Page por el relator, el presidente castellano-manchego mostró su «perplejidad» porque el Gobierno acepte esa figura, pues opinó que los partidos políticos pueden hablar en el Parlamento sin necesidad de ningún mediador. «Yo no hablo con mis amigos con testigos de por medio. Eso es negociar», declaró a la emisora Onda Cero. Y, con ironía, continuó: «Si se quiere pasar de diálogo a una negociación, yo tengo muy claro que eso, si requiere testigos, bueno, incluso me ofrezco».
Alguien del PP castellano-manchego escuchó esas declaraciones, cogió esa última frase sin tener en cuenta (¿o tal vez sí se dio cuenta?) el tono irónico que utilizó Page al pronunciarla a continuación de la crítica que acababa de hacer a la figura del relator, y el partido elaboró y difundió por las redes sociales un vídeo que recoge esas palabras y la respuesta que da el presidente regional de los «populares» y candidato a la Presidencia de la Junta, Paco Núñez. Éste dice, totalmente en serio y sin ninguna ironía, que Page «se ha ofrecido como testigo en esa negociación que Pedro Sánchez quiere emprender con Cataluña. No vamos a permitirlo. Desde aquí no va a ser el lugar donde se quiere romper a España».
¿Pedirá el PP perdón por su sorprendente metedura de pata?
Además del vídeo de 56 segundos, con el título #SI a la Unidad de ESPAÑA, el mensaje del PP incluye siete párrafos en los que se habla de «un hecho gravísimo», «la penúltima traición de Pedro Sánchez», Page como «cómplice de la cesión al chantaje de los separatistas» y como un presidente que «pretende insultarnos, vejarnos y atentar contra nuestro honor». Termina exigiéndole «que rectifique urgentemente y pida perdón a los castellano-manchegos y a todos los españoles. Si no lo hace, pediremos su dimisión inmediata». ¿Pedirán perdón ahora Paco Núñez y el PP, cuando se hayan avergonzado (¿o no?) al percatarse de su error? ¿Serán capaces de reconocer que han hecho el ridículo con ese vídeo?
Pero Pedro Sánchez también ha sido criticado por varios destacados dirigentes y exdirigentes de su partido, además de Page, como los extremeños Guillermo Fernández Vara y Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el aragonés Javier Lambán y los diputados José María Barreda y Soraya Rodríguez, entre otros. El más crítico, con su frecuente tono irónico y burlón, ha sido Alfonso Guerra. «Nunca, nunca en la Transición necesitamos un relator. ¿Con qué país nos quieren comparar? ¿Con Yemen, con Burkina Faso? Si necesitan a una persona que tome nota de lo que se dice, eso puede hacerlo una secretaria, un funcionario o una grabadora», ha dicho.
Pues eso es lo que hay. Entre unos políticos que toman decisiones desacertadas (¿quién habrá aconsejado al presidente del Gobierno en este caso, su director de gabinete y hombre de máxima confianza, Iván Redondo?), otros que utilizan el «todo vale» para hacer oposición (convocar una manifestación junto a la ultraderecha emergente de Vox y acusar de delitos al presidente, en vez de denunciarlo ante la Justicia si se cree lo que ha dicho) y los independentistas catalanes que intentan chantajear al Gobierno pidiéndole cosas que saben que son imposibles de cumplir), el panorama político español está cada día más crispado y casi para el arrastre. Unos por otros, la casa sin barrer. Una lástima.