“Como me quieres bien, Sancho, hablas desa manera -dijo don Quijote-, y como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles…”.
Supongo que algo similar diría Don Quijote si tuviera que analizar hoy la situación política de España. Pero como don Alonso Quijano no está a mano, partidos y medios de comunicación se esfuerzan en calcular qué nos puede estar esperando al cruzar el umbral del 26 de junio, el día en el que volveremos a las urnas, salvo milagro político imprevisto en estos momentos. A falta de solo unas jornadas para que expire la legislatura más breve de la historia de España, todas las apuestas apuntan a elecciones en junio y decae toda esperanza de pacto en cualquiera de sus posibles formulaciones para sumar 176 escaños o más y formar gobierno.
De nuevo la constante más repetida es que puede pasar cualquier cosa y que, desde luego, ninguna de ellas será la mayoría absoluta de un partido, ni si quiera la de dos. Algunas sumas colocan a PP y Ciudadanos o a PSOE, Podemos e IU muy cerca de la frontera de la gobernabilidad, pero la mayoría de los sondeos apuntan a que, nuevamente, ambos bloques la tienen imposible sin el concurso de un tercer miembro del equipo ideológico contrario o de alguna formación nacionalista, ya sea separatista o no.
Volverá a haber multipartidismo y también alianzas imposibles si los dirigentes de los principales partidos no las hacen posible. Y es que, ya lo dijo Cervantes: “Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces”.
¿Qué pactos creen que apoyarían Don Quijote y Sancho si tuvieran que comentar la situación hoy, entre andanzas por la Mancha? Tengo para mí, pero se admiten apuestas, que don Quijote apoyaría la alianza imposible y la más arriesgada: PSOE, Podemos y Ciudadanos. Y que Sancho se apuntaría al pragmatismo de juntar a PP, PSOE y Ciudadanos.
El caso es que aunque todo parezca igual que el 20-D hay cosas que sí habrán cambiado, porque a la mayoría se les acaba el tiempo. Mariano Rajoy, el presidente del PP, y Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, están en el tiempo descuento, aunque por diferentes razones. El primero, acorralado por los casos de corrupción en su partido; el segundo, por la presión de una alternativa ojo avizor, Susana Díaz, y ambos acosados por la espada de Damocles de los malos resultados electorales de las formaciones que sostuvieron la arquitectura política de la Transición.
Van a tener una segunda oportunidad, pero no habrá una tercera para el que no salga presidente tras el 26 de junio, si finalmente se repiten las elecciones.
A Pablo Iglesias, el líder de Podemos, que como la mayoría de los políticos echa la culpa a la prensa cuando le vienen mal dadas, no se le acaba el tiempo, pero se le complica. Es evidente que la fractura abierta con Íñigo Errejón ha dejado al descubierto al menos dos almas en Podemos y una cuenta pendiente de saldar. Si hay coalición con Izquierda Unida la cosa se contiene. Si no la hay, parece que Podemos es hoy el partido que más retrocede, el mismo que parecía el más beneficiado por unas segundas elecciones el 20 de diciembre. No deja de ser curioso que el partido al que querían fagocitar, IU, sea ahora su tabla de salvación. Como tiene su aquél que para salvarse de las deudas y la irrelevancia IU tenga que disolverse en Podemos.
El cuarto en discordia, Albert Rivera, presidente Ciudadanos y uno de los supuesto perjudicados por la repetición de elecciones cuando esto se calculaba cuatro meses atrás, es hoy el que más crece en las encuestas. Claro que esto no es la primera vez que pasa y luego se desinfla en las últimas semanas, víctimas del voto útil y de la pérdida de apoyo que aqueja al centro político cuando la situación se polariza.
Camino de las urnas para el 26 de junio todo cambia para que todo siga igual: incierto y casi imposible, salvo que la talla de los actores demuestre lo contrario, aunque sea a la segunda. Así que vuelvo a Cervantes: “Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. Que así sea.