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07/11/2013junio 12th, 2017
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Al ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, no le importa nada que una amplia mayoría de la comunidad educativa -profesores, padres y madres, alumnos de todos los niveles de la enseñanza y la mayor parte de los sindicatos- esté en contra de las medidas que viene adoptando desde que fue nombrado para ese cargo, hace casi dos años.

A la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato, tampoco le importa que la práctica totalidad del mundo sanitario -médicos, personal de enfermería, pacientes, asociaciones ciudadanas, pensionistas…- se haya manifestado reiteradas veces frente a las decisiones que ella está aplicando y que perjudican la sanidad pública.


A ninguno de los dos les importa algo -o, al menos, no lo demuestran- que los ciudadanos les estén diciendo un día sí y otro también que están haciendo muy mal su trabajo, que no es eso lo que quieren y esperan de ellos.

LOS QUE MENOS NOTA RECIBEN

Al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, parece que tampoco le importa tener en su gabinete a dos ministros, Wert y Mato, que han conseguido el dudoso éxito de poner frente a ellos a la gran mayoría de los ciudadanos en sus respectivas áreas.

Rajoy debería pensar que, aunque las encuestas son solo encuestas, cuando reflejan con insistencia una pésima imagen de alguien es porque ese alguien habrá hecho mal su trabajo para merecer esa mala fama. En el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) -un organismo oficial con prestigio y nada sospechoso de ser antigubernamental-, conocido el 6 de noviembre, Mato y Wert son los peor valorados por los encuestados de todo el gabinete de Rajoy: ella recibe un clamoroso suspenso con sólo 1,99 puntos sobre 10 y él se lleva una penosa puntuación de 1,46.

NI SANCIÓN NI DESPIDO

En cualquier empresa privada, si un trabajador comete un fallo grave es sancionado, e incluso puede ser despedido si el asunto es muy grave y tiene repercusiones serias y perjudiciales para la compañía. En el Gobierno no.

José Ignacio Wert se ha empeñado en sacar adelante una reforma de la Ley de Educación que sólo cuenta con el apoyo del PP, con la que ha logrado unir en contra de él a todos los partidos de la oposición, grandes y pequeños, nacionalistas y estatales. Nadie duda de que es necesario modificar el actual sistema educativo y combatir el fracaso escolar, pero están en contra de que una materia tan importante sea modificada sin un amplio consenso y sin haber dialogado todo lo que era preciso con todas las partes implicadas.

También ha subido las tasas universitarias hasta niveles prohibitivos para muchas familias, ha cambiado para mal el sistema de becas, ha recortado otras ayudas, ha castigado al cine y otros productos de la cultura incrementando el IVA hasta el 21 por 100…

CHAPUZA CON LAS BECAS ERASMUS

Su última y polémica hazaña con las becas Erasmus ha sido una chapuza tan grande que el Gobierno, el PP y algunas comunidades gobernadas por este partido le han obligado a dar marcha atrás y rectificar. Al ministro se le ocurrió que, como hay crisis y es necesario ahorrar, una buena medida sería eliminar la aportación complementaria que concede el Gobierno a los más de 39.000 universitarios españoles que cada año van a estudiar un curso en el extranjero con esas becas.

No le bastaba con que la partida destinada por el Estado a las Erasmus se ha reducido en más del 70 por 100 en los dos últimos años, sino que ha querido suprimirla y, además, lo ha hecho cuando muchos estudiantes ya llevan meses fuera de España, con lo que buena parte de ellos se verían obligados a regresar por falta de recursos. Como dicen por estas tierras, una idea tan disparatada solo se le ocurre «al que asó la manteca».

Hasta pocas horas antes de verse obligado a rectificar, el ministro y su número dos, la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, defendían esa medida y aseguraban que no era ningún recorte sino una nueva manera de distribuir el dinero de las becas. Poco después tuvieron que dar marcha atrás.

NO TODOS SIRVEN PARA TODO

Antes de ser nombrado para el cargo, Wert había tenido éxito en distintas empresas privadas, pero en los dos últimos años ha demostrado que no sirve para ministro. A su compañera de gabinete Ana Mato le ocurre algo parecido: antes era una dirigente del PP y diputada bien considerada y conocida por su trabajo, pero como titular de Sanidad no da la talla necesaria para tan importante departamento. No todos ni todas sirven para todo.

A Mariano Rajoy le cuesta mucho trabajo destituir a algún ministro, y cuando se lo pide la oposición da la sensación de que se empecina en mantenerlo en el cargo pese a todo y a todos. ¿No hay nadie a su alrededor, alguno de sus asesores, capaz de decirle que la permanencia de Wert y Mato en su gabinete está perjudicando a él y a su partido?

En muchas democracias es perfectamente normal que un ministro dimita por motivos mucho menos importantes que los aquí comentados -por ejemplo, por haber copiado en un examen en la Universidad- o que el presidente le destituya si considera que ha perdido la confianza de la ciudadanía o, como ha ocurrido con Wert, porque se ha equivocado de manera espectacular. En España no. Y con Rajoy como presidente del Gobierno, menos aún.

El presidente podría empezar por destituir a estos dos ministros, ya que ellos no van a dimitir, y haría un buen favor a la ciudadanía y a su propio partido. Y ya metido en faena, probablemente también le convendría remover del cargo a alguno más, pero no es probable que lo veamos a corto plazo. ¿Tal vez aprovechará la convocatoria de las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014, si es que algún ministro es candidato, para hacer cambios en su gabinete? Habrá que esperar.

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