Mar G. Illán
No se puede vivir en Toledo y ser ajeno a lo que le pasa al río Tajo. Ni en Toledo ni en Talavera o cualquiera de los municipios ribereños que ven la destrucción del río más largo de España, producto de un trasvase que no resiste la lógica. Ni la ética. Ni los tiempos presentes. Ni la sostenibilidad medioambiental. Ni nada, porque no hay nada que permita decir que el trasvase Tajo-Segura debe continuar.
El cambio climático afecta a todas las cuencas fluviales en España, también en Castilla-La Mancha, pero el trasvase ha hecho que en este río las consecuencias sean letales.
Sed, sequía, falta de desarrollo… El trasvase para Castilla-La Mancha
Las espumas que han vuelto a cubrir de porquería al Tajo en Toledo solo son un testigo más de la destrucción. Si no llueve malo y si llueve, casi peor.
Se aborde su situación desde la perspectiva académica, ecologista, social, política o económica no hay por dónde entender y mucho menos aceptar la situación de un río que hace tiempo que dejó de serlo, porque ni su agua ni su flora ni su fauna son las propias de un cauce fluvial.
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Aunque no se grite para defenderlo, nadie en su sano juicio dentro de Castilla-La Mancha admite estar a favor de un trasvase que hace tiempo que no atiende las necesidades de Murcia y Valencia, mientras esquilma las de Castilla-La Mancha. Por no hablar de que ambas comunidades costeras disponían del mar y la tecnología necesarios para conseguir el agua que necesitaban, mientras que para nuestra región la alternativa solo ha sido sed, sequía y falta de desarrollo económico por carencia de agua. El mismo que vemos pasar por una tubería con grietas.
Repasar la historia y la realidad del trasvase es caminar por una burla tras otra. Burla al más mínimo respeto por la equidad territorial, o por la justicia histórica, el respeto al entorno natural y el derecho de cada pueblo a disponer de sus recursos naturales para su propio desarrollo.
En Entrepeñas y Buendía, donde antes iban barcos, ahora salen por la carretera en vez de por el agua. Es la imagen más gráfica de la burla.
Junto a las grietas de la tierra.
O las especies muertas por falta de caudal.
O los establecimientos cerrados, porque ya no hay turistas en una zona abandonada por su río.
O los regadíos que nunca vinieron ni existirán.
O los camiones cisterna para que puedan beber los vecinos que ven el agua irse por la tubería y perderse por sus grietas.
A veces tengo la sensación de que cuanto más escribimos del Tajo menos importa donde tiene que importar. Como si el tema se diera por amortizado en las direcciones nacionales de los partidos y se pensara que habrá que poner el contador a cero del futuro Pacto del Agua sobre los restos del Tajo muerto.