Un grupo de seguidores del club de fútbol holandés PSV Eindhoven no ha encontrado mejor manera de divertirse en Madrid que humillando a varias mendigas que pedían limosna, mientras ellos se reían a carcajadas, bebían cerveza y lanzaban monedas al suelo para ellas, en vez de dárselas en la mano como haría cualquier persona con la cabeza en su sitio.
Probablemente ya habrán visto la escena en televisión o por internet. Ocurrió al mediodía del martes 15 de marzo, en la Plaza Mayor madrileña. Esas mujeres, como hacen a diario, pedían limosna a los turistas y visitantes de la histórica plaza que llenaban las terrazas de las cafeterías. Cuando acercaron sus vasos de plástico a los holandeses, para que echaran una limosna, uno de ellos lanzó una moneda al suelo en vez de echarla al vaso. Las mujeres corrieron hacia ella y se agacharon para cogerla, mientras esos despreciables hinchas reían y reían.
Los otros se animaron y lanzaron más monedas al aire, no de euro sino de poco valor, según un testigo. Las mujeres corrían de un lado a otro y se arrodillaban disputándose las piezas, aunque fueran de solo cinco, 10 o 20 céntimos de euro, mientras los viles hinchas gritaban «¡olé, olé!».
FLEXIONES A CAMBIO DE UNA LIMOSNA
Uno de esos modelos de hasta dónde puede llegar la miseria humana -lo fueron al menos durante su visita a la plaza madrileña- dijo a una de las mujeres que hiciera flexiones en el suelo si quería una moneda y ella obedeció, entre risas del grupo. Otro prendió fuego a un billete y, cuando empezó a arder, lo tiró al suelo. Las mujeres se abalanzaron sobre el billete y la que se hizo con él lo apagó con rapidez a ver si aún podía ser válido. Alguno incluso les arrojó trozos de pan.
Otro enseñó una moneda a una de ellas y le preguntó: «Si te doy esto, ¿te vas de aquí?». Echó la moneda al vaso de plástico y añadió: «Ahora vete, vete». No se sabe si era el único sensato del grupo o si ésa era su manera de participar en la denigrante escena. Otra mujer tuvo que bailar para que le dieran la limosna. Y ellos seguían gritando «¡olé, olé!».
Varios seguidores del equipo de fútbol, entre risas y tragos de cerveza, cantaron una frase racista en estos tiempos en que la civilizada Europa está mostrando una vergonzosa cara xenófoba con los refugiados que huyen de la guerra porque quieren vivir: «¡No crucéis la frontera!», gritaron.
MIRAR EL ESPECTÁCULO SIN DECIR NADA
Ante el griterío, otros visitantes de la plaza se acercaron para ver qué sucedía y se quedaron unos minutos contemplando el vergonzoso espectáculo, como cuando te paras ante un músico callejero que te sorprende por lo bien que toca el violín o la guitarra en la calle.
Tan repugnante fue la actitud de esos hinchas como vergonzosa la de los ciudadanos que miraron lo que ocurría como si presenciaran un espectáculo. Es probable que algunos criticaran entre ellos lo que estaban viendo, pero solo un hombre reprochó a los holandeses lo que hacían, con un «eso no se hace»… ¡y fue abucheado por otras personas para que se callara!, según han contado Pablo Vande Rusten e Ignacio Camacho, dos alumnos del máster de Periodismo del diario El País que grabaron en vídeo todo lo que ocurrió.
Cuando había transcurrido un buen rato, varios agentes de la policía municipal que patrullaban por la zona se acercaron. Al ver lo que ocurría apartaron del lugar a las mujeres, mientras los hinchas-botarate continuaron bebiendo cerveza y riendo su hazaña, a la espera de acudir por la tarde al partido de la Liga de Campeones que su equipo iba a jugar con el Atlético de Madrid en el estadio Vicente Calderón. Y que empataron, lo que clasificó al equipo madrileño para los cuartos de final.
SE MERECÍAN NO VER EL PARTIDO
Si los policías se hubieran llevado a esos energúmenos a la comisaría, y los hubieran retenido allí hasta después de concluir el partido de fútbol de su amado equipo, quizá se les habrían quitado las ganas de repetir su ruín conducta jamás. La embajada de los Países Bajos ha condenado los hechos.
Uno de los estudiantes que grabó el vídeo ha escrito en Twitter: «No todos los fans del PSV tienen la misma actitud con las gitanas en Plaza Mayor». Tiene razón. Pero estos hinchas han demostrado que la condición humana puede degradarse hasta convertirse en escoria, en basura andante. Y el deporte no es eso; no debe serlo.