¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha hubiéramos hecho hace mucho tiempo un referéndum sobre la viabilidad o no del trasvase Tajo-Segura?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha hubiéramos sometido a referéndum el futuro de los políticos recolocados, que hay muchos, por los partidos de todos los colores posibles?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha hubiéramos hecho un referéndum sobre el futuro de los medios de comunicación que viven para informar, por una parte; y de los que informan única y exclusivamente para vivir del cuento, por otra?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha hubiéramos decidido, vía referéndum, quiénes deberían ocupar los puestos de libre designación, o «a dedo», en cualesquiera de las instituciones que dependen de los políticos de turno y a los que se les rebautiza con el bonito calificativo de «asesores»?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha pudiéramos haber elegido mediante referéndum cuántos campus y facultades se deberían haber puesto en marcha y, tan importante como lo anterior, dónde?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha, referéndum por medio, hubiéramos decidido en qué invertíamos todo el dinero y el tiempo perdido en obras faraónicas que en estos momentos se han quedado como curiosos objetos de museo al aire libre (vamos, que ni Botero lo hubiera hecho mejor)?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha, poniendo un referéndum en nuestras vidas, decidiéramos cuántos políticos tendría que haber en las Cortes autonómicas y en los ayuntamientos de la región?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha decidiéramos, mediante un referéndum, si nos apetece o no tener Diputaciones provinciales y Fundaciones varias que, en muchos casos, sirven para lo que sirven y no para lo que deben servir?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha votáramos en un referéndum el futuro de todos aquellos políticos que meten la pata continuamente?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha pudiéramos resolver, con un referéndum, cuál es el déficit que tenemos que cumplir a final de año y que no nos lo impusiera ningún organismo superior?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha nos atreviéramos a hacer un referéndum para decidir cómo se elabora el presupuesto general de la comunidad autónoma y en qué nos gastamos el dinero?
¿Se imaginan que en Castilla-La Mancha pudiéramos vetar las candidaturas de todos aquellos políticos que han demostrado que la política es lo último a lo que se deberían dedicar en sus vidas?
¿Pero de verdad se imaginan que en Castilla-La Mancha o en cualquier lugar de España, Cataluña incluida, los ciudadanos podrán elegir hacer algo siempre y cuando les apetezca apelando en cualquier momento a la tan repetida durante los últimos días palabra «referéndum»?
¿Tendría lógica hacer un referéndum cada vez que a alguien no le guste algunas de las medidas adoptadas por el mandatario de turno?
¿Alguien nos ha preguntado, vía referéndum, si estamos de acuerdo o no en que se salten la ley a la torera para poner en libertad a un sepulturero de vidas humanas como el tal Bolinaga (con todos mis respetos para los sepultureros de finados)?
¿Alguien nos ha pedido opinión respecto a si estamos o no de acuerdo con la brutal subida de la gasolina que petrolea nuestras vidas todas las semanas?
¿Alguien nos ha dicho: oiga, usted qué piensa, en un referéndum, si aprobamos la descarada subida del precio en el recibo de la luz o nos lo han impuesto así porque sí?
¿Imaginan que pudiéramos acudir a un referéndum cada vez que hubiera división de opiniones en la sociedad y cuya ratificación fuera propuesta por el pueblo soberano?
Referéndum, ese oscuro objeto de deseo.