A eso de la una de la tarde, cuando más apriete el sol de agosto en plena ola de calor, se reúne la Mesa de la Función Pública, que es el encuentro del jefe de Personal de la Junta, también llamado director general de la Función Pública, con los representantes sindicales de los trabajadores de la Administración castellano-manchega.
Estas mesas nunca son fáciles, pero lo de hoy es un auténtico escenario bélico. A un lado los sindicatos y al otro el Gobierno, que se ha quedado solo en este campo de batalla. Ojo, estamos ante una guerra que si no se reconduce puede costarle muy caro al Gobierno. Si la Junta; es decir, la administración, se convierte en un campo de batalla… ¡Qué Dios pille confesados a los castellano-manchegos!
Yo no sé cuál es la dimensión exacta que tiene que tener la Administración de Castilla-La Mancha, pero sí sé que la propia burocracia impide el buen reparto de los recursos humanos. Que en unos sitios sobre gente y en otros falte no es un problema de déficit financiero, es un problema de organización y de gestión que tampoco se está corrigiendo ahora.
No sé cuántos interinos tiene que haber y dónde, pero sí sé que es una canallada enterarse por el llamado portal del empleado de que te van a echar y cuándo.
Nunca los sindicatos ¡y fíjense que hay diferencias entre ellos! estuvieron tan unidos contra las intenciones de la Administración, aunque formalmente expliquen las cosas con diferente carga bélica.
Es verdad que a este Ejecutivo le toca poner cordura en una herencia endiablada y ruinosa. Pero no es menos cierto que de lo que menos parece estar echando mano es del sentido común y de las buenas prácticas que deben guiar cualquier negociación. Y este Ejecutivo le tocan muchas, todas complicadas y durante un largo tiempo.
Una tarea como la que la Administración Cospedal tiene entre manos no se puede hacer sin complicidad ni sin hablar con nadie o de espaldas a casi todos.
El problema es demasiado grande y la experiencia de los que le tienen que solucionar demasiado corta como para andar buscando pelea que, sea o no la intención, es lo que parece empeñado en hacer el Ejecutivo.
Yo creo que este Gobierno tiene suficientes problemas encima de la mesa y defectos de serie en algunas áreas como para no buscarse más. Y mucho menos cuando lo que toca es despedir personas.
Ya sé que aquí hubo mucha gente callada durante mucho tiempo. Ya sé que se han cometido excesos presupuestarios y de otro tipo que sonrojan a cualquiera. Ya sé que no se puede gobernar igual con un 7 por 100 de déficit que con las arcas llenas a rebosar.
Pero es que es el Gobierno el que tiene que dar ejemplo, mantener la calma, impulsar el diálogo y resolver los problemas.
Alguien debería reflexionar sobre ello y hacer balance, sereno y sincero, del primer año de Gobierno.