Sin acritud, ¿eh?

César del Río

Como en el cole o como en cualquier trabajo. Muchos españoles entenderían, no lo duden señorías, que en el Congreso de los Diputados, y de paso también en el resto de los Parlamentos autonómicos, hubiera unas normas de «decoro» para evitar escaqueos innecesarios en forma de novillos injustificados (y yo añado, para que no haya abandonos temporales en debates que nos aburren soberanamente a todos, incluso para quienes los protagonizan), que se baje el sueldo a quienes no tengan una justificación seria para sus ausencias, que haya preguntas por sorpresa como existen exámenes inesperados en las aulas o inspecciones de trabajo en cualquier empresa… En definitiva, que sean Parlamentos como la vida misma y no cotos cerrados de los que, se lo aseguro, los ciudadanos desconocen prácticamente todo.

Coño, ya que a los gin tonic parlamentarios les han valorado como lo que son y les han colocado, dicen, el precio justo… Pues sigamos.

Esta semana se debate en la casa grande madrileña, la de todos (punto importante éste porque a los que allí se sientan los elegimos nosotros, los pagamos el sueldo con nuestros impuestos y han de estar a nuestro servicio), la reforma del reglamento que, qué curioso, es la no sé cuánta vez que lo intentan y nada, chico, que no quieren ponerse de acuerdo en algo tan sencillo como eso.

Porque, digo yo, ¿qué tiene de malo que quien no acuda a un Pleno o a una Comisión no cobre? ¿Y que si es de forma reiterada se le retire incluso el acta de diputado y que pase el siguiente? ¿Por qué no diponemos de la facilidad de conocer qué hacen todos y cada uno de ellos a lo largo de un período de sesiones? ¿Por qué un ciudadano como usted no puede registrar las preguntas que tenga que hacer, sea una o mil, y le sea contestada en tiempo y forma y todos podamos acceder a este interrogatorio democrático a través de internet? ¿Algún día podremos saber cuál es el día a día de un diputado nacional? ¿Y el de un diputado regional? ¿Qué hacen en sus horarios de trabajo? ¿Fichan? ¿A qué hora entran? ¿A qué hora salen? En definitiva, ¿quién los controla?