Los tontos tontean. Sean de la especie política que sean. Unas veces les toca hacer el tonto a unos y otras a los demás. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Es ley humana, no divina. Tontos eran, tontos son y tontos serán. Faltos o escasos de entendimiento o razón. El diccionario es despiadado con ellos. Y es así, alguna vez todos hemos hecho el tonto. Muy a nuestro pesar. O no. O al menos nos lo ha parecido. Pero hay formas de tontear.
So tontos.
Iba con su moto y tuvo un accidente. Al hospital, directamente. No pudieron preguntarla, porque no era consciente ni de lo que le había pasado, si quería utilizar la pública o la privada. Usted tiene un accidente y le llevan al hospital más cercano. Y dejémonos de tonterías. Estuvo entre la vida y la muerte y a un grupúsculo de salvadores de la patria no se les ocurrió otra cosa, para tontear, que gritarla, a ella que estaba inconsciente y no se enteraba de nada, que por qué no se iba a la privada. Ya saben, por aquello de los duros recortes que su partido ha realizado en la Sanidad madrileña.
Los recortes se critican, pero no se golpean. Se critican si uno lo considera necesario, hasta la saciedad si hace falta, pero uno luego no se aprovecha de ellos para hacer carnicería humana. Sobre todo si la pieza a cazar es política y tiene un cargo de los altos. Otros dirán también que es porque es del PP. Pero los tontos abundan en ocasiones como éstas y da igual la ideología. No la pongamos tampoco de parapeto. A la ideología, digo. Porque sería también tratar de sacar un rédito tonto.
A este nivel hemos llegado. Cuando uno pierde la razón porque no le da la gana utilizarla es cuando se vuelve tonto. Y si persiste en el error, mayor tonteo.
Todavía me cuesta entenderlo. Se debatía entre la vida y la muerte y a escasos metros le vociferaban que se fuera a la Sanidad privada para que le atendieran allí. ¡Qué más da que sea de un partido o de otro! Este país es cainita. Lo de las dos Españas que nunca dejaron de serlo. Aunque lo veamos pero no queramos reconocerlo. Duro, pero real. La vida. La estupidez humana.
cesardelrio@encastillalamancha.es