Los atentados de Barcelona han representado un dramático y abrupto despertar del letargo veraniego que nos ha puesto a todos contra el espejo y la cruda realidad. La tranquila, pacífica y bien defendida Europa está tan indefensa ante el fanatismo como cualquier otro rincón del mundo, porque cuando alguien quiere matar y está dispuesto a morir en el intento es imposible impedirlo siempre.
Vulnerables e indefensos, los atentados de Barcelona no solo ponen a prueba nuestra resistencia frente al dolor si no la capacidad de afrontar el miedo y qué reacciones nos dominarán ahora que sabemos que tenemos que convivir con él, tanto en su versión más suave, la alerta; como en la más extrema, el pánico.
¿Sabremos encontrar y poner los justos límites?
¿Mantendremos la calma como buenos europeos? ¿Seremos esa gente pacifica y desarrollada que se mantiene como la región, pese a todo, más pacífica del mundo? ¿Estaremos unidos frente a la barbarie? ¿Resistiremos la presión y dejaremos las cosas en manos de la ley, la justicia y las fuerzas profesionalmente encargadas de nuestra seguridad? ¿Pagarán justos por pecadores? ¿Se impondrá la xenofobia? ¿Alentaremos más violencia? ¿Sabremos encontrar y poner los justos límites? Demasiadas preguntas y pocas respuestas ciertas para una situación de amenaza segura que despierta nuestros peores temores y también nuestros instintos, altos y bajos, a veces alternativamente, a veces al mismo tiempo.
[ze_summary text=»¿Qué reacciones nos dominarán ahora que sabemos que tenemos que convivir con el miedo, tanto en su versión más suave, la alerta; como en la más extrema, el pánico?»]¿Qué reacciones nos dominarán ahora que sabemos que tenemos que convivir con el miedo, tanto en su versión más suave, la alerta; como en la más extrema, el pánico?[/ze_summary]En la semana transcurrida desde la tragedia hemos conocido historias que van de uno a otro extremo del comportamiento humano, aunque por el momento, parecen predominar las que ofrecen nuestra mejor cara y valores. Ojalá sea ésa la variable que se imponga, porque la amenaza ha llegado para quedarse mucho tiempo.
La gravedad de la situación, aunque hablemos de que España está en alerta 4 con la normalidad de quien cuenta que ha empezado la Liga de fútbol, debería llevarnos también a la reflexión de a qué problemas de la sociedad le damos verdadera importancia. En ese contexto, los juegos de vanidades y refriegas de bajo nivel que marcan el día a día político, mediático, económico y social de un país como el nuestro no nos alientan precisamente al optimismo de un frente común y adecuado para una amenaza como la que nos azota.
Ojalá los que han muerto en los atentados de Barcelona no lo hayan hecho en balde y su fanático sacrificio sirva para que saquemos lo mejor frente a la barbarie de sus autores.