
“Voy algo mejor. Pendiente de las pruebas de esta mañana”. Fue mi última conversación con Juan Antonio Mata. En febrero. Que fuera difícil que el tratamiento tuviera éxito -por no decir prácticamente imposible- no le amilanó para intentar ganar al cáncer o al menos hacerlo esperar un poco más.
Era un luchador. Y un hombre de gran lucidez y generosidad. A la muerte nada de eso le importa, pero a la vida y a los vivos sí. Al menos a los vivos que lo pudimos conocer, disfrutar, escuchar y querer.
Cuando llegaste de Albacete a la corte toledana para hacerse cargo del sindicato mayoritario en la región, que es también la organización con más afiliados de Castilla-La Mancha, generó mucha desconfianza en el establishment, porque todo lo nuevo y externo provoca suspicacia en los círculos de poder y del pensamiento de bien, el de los que tienen la sartén por el mango. O eso creen.
Tú lo percibías. Pienso que hasta te divertía saberte observado con desconfianza. Qué ridículas te debieron parecer algunas gentes de corbata y moqueta a ti, un maratoniano fajado en la dureza de la lucha antifranquista, superviviente en los conflictos cainitas de la izquierda en la que siempre militaste, forjado en las batallas internas del sindicato y en la pelea sin cuartel de la mesa de negociación. Nada te regaló el oleaje de la vida, de la que estuviste siempre tan enamorado.
Inteligente, auténtico y batallador, Mata no tardó en (con)vencer. Impresionó más que le impresionaron. Impulsó al sindicato a los mejores datos de la historia de Comisiones en Castilla-La Mancha hasta entonces y llevó a la organización regional de CCOO a uno de los más altos porcentajes de afiliación de España, pese a que estamos en una comunidad autónoma sin tradición sindical en gran parte de sus territorios.
Su capacidad de análisis, su apasionante dominio de la conversación, su sonrisa como gesto sobresaliente, su sencillez, sus ganas de cambiar las cosas y su defensa a ultranza del diálogo marcaron siempre su impronta persona. Nunca paró de pensar ni de opinar. Llevaba años escribiendo un blog en el que dejó constancia de su coherencia ideológica, más allá de las modas o los intereses.
¡Qué suerte haberte tenido en mi vida, Mata! Siempre estarás en mi corazón y mi memoria. Te recordaré como tú me dijiste, ya empezado el tratamiento, porque esa era tu receta vital: “…Y los ánimos bien. Ya me ves que no paro…”.
Hasta siempre, imparable amigo.
Juan Antonio Mata en diferentes momentos de su vida y su actividad sindical.
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